Las Malvinas y nosotros: una
visión americana desde Uruguay
Juan Raúl Ferreira (*)
Las Malvinas: un tema americano.
De la mano de la guerra de las Malvinas, los uruguayos iniciamos nuestro camino de un nacionalismo localista a la conciencia de nuestra pertenencia desde siempre y para siempre a la Patria Grande.
Vivíamos bajo dictadura. Quizás esa trágica circunstancia hizo que recién ahí, muchos uruguayos tomaran conciencia de su destino latinoamericano. Qué ironía, la Patria de Artigas, la de Oribe, la de Herrera… necesitó compartir el dolor del sometimiento y la lucha por valores comunes, para entender que éramos la misma cosa, veníamos de una misma cuna y que, si no avanzábamos hacia un mismo horizonte emancipador, la lucha democrática nunca llegaría a su fin. Democracia tutelada, no es tal. Soberanía popular, sin soberanía nacional, tampoco.
Hubo profetas por cierto. La solidaridad con las Malvinas, era en algunos casos, meramente evocativa o un elemento folclórico de necesaria buena vecindad con Argentina. En otros, una genuina solidaridad con una visión más política de la importancia de Uruguay en la región, pero sin llegar a ver en ella aún, la dimensión esencialmente americana. Fue Tucho Methol, por cierto la voz de la conciencia continental uruguaya. Y era en ese entorno y contexto que había que considerar el problema de Malvinas. El profesor Juan E. Pivel Devoto, cuyo centenario de su natalicio el país conmemora este año, llegó a sostener que no eran ni británicas ni argentinas sino uruguayas, por haber tenido su última autoridad continental en la Capitanía de Puertos de Montevideo, cuyos dominios hereda la en ese momento impensable República Oriental del Uruguay.
Trasciende Tucho a Herrera en cuyo tiempo nuestro mapa geopolítico se agotaba en el Río de la Plata [1]. “Nosotros, que, en tiempos de los Reinos de Indias habíamos sido una Cartagena del Atlántico, gran base naval meridional que alcanzaba al África, nos volvimos, desde la Independencia, ribereños. El océano quedaba, con las Malvinas, británico. Ahora es ya otra historia. El Uruguay recupera conciencia atlántica, ya no basta entrar en el río hasta la cintura. Ahora comienzan otras pesquerías. Es un síntoma que el primer libro que realza esta nueva dimensión es de 1973, cuando Leslie Crawford escribe El Uruguay Atlanticense y los Derechos sobre la Antártida. Arreglamos los límites, podemos ir más allá de los límites. Es una dilatación latinoamericana. Si nos dilatamos hacia el mar, también tenemos que dilatarnos, bajo otras modalidades, ‘tierra adentro’.” [2]
Participan de este Congreso, autoridades académicas mucho más competentes en la materia. Me limitaré entonces, a anotar la indeleble huella que ha dejado en mi país, como en la vida de cada uno de nosotros, el conflicto de Malvinas y la lucha popular por la recuperación de la soberanía argentina. También abordamos los cambios que para siempre trajo a nuestro sistema interamericano. Haremos hincapié en la política multilateral, área a la que nos hemos especializado y que del Mercosur al Unasur ha venido atravesando un vertiginoso y fermental proceso de cambios en los que, pretendemos demostrar que ha estado presente como protagonista fundamental el fenómeno Malvinas.
Las Malvinas, las dictaduras y la solidaridad popular
El conflicto que desarrolla “entre el 2 de abril, día del desembarco argentino en las islas, y el 14 de junio de 1982, fecha de la rendición argentina, lo que conllevó la recuperación de los tres archipiélagos por parte del Reino Unido”[3] toma al mundo de sorpresa. No había habido en los días previos, informes de inteligencia, comunicados diplomáticos que pudieran hacerlo prever. Es en ese marco de sorpresa generalizada que hay que interpretar todas las reacciones: la del propio pueblo argentino, la de los socios militares de la dictadura del aquel país, la de los gobiernos del mundo, inclusive el del propio Reino Unido y aún el de Estados Unidos.
Tampoco se puede soslayar, porque sería falsear la realidad, que el carácter dictatorial del régimen del general Leopoldo Galtieri impregnó seriamente todos los juicios al respecto. Era muy difícil para los que fuimos contemporáneos de la breve reconquista militar del territorio argentino, estar ajenos a ese dilema e incluso interpretar los movimientos del ajedrez internacional sin tenerlo en cuenta. Tomar nota de ello era muy importante, pero no dejarse influir por lo episódico aún más. Como dijo Wilson Ferreira Aldunate, una de las figuras que se homenajea en este Primer Congreso Latinoamericano “Malvinas, una causa de la Patria Grande”, “unos viven de la historia, otros de la anécdota”[4].
Entre otras cosas, ello fomentó y alentó las contradicciones que se produjeron en el seno de las propias fuerzas democráticas de la región y el mundo, y probablemente incluso dentro de la propia Argentina. Era un momento clave de nuestra historia, en el que no había derecho a equivocarse. El enemigo explotó el potencial de esas contradicciones: “Los Isleños merecen vivir en una democracia como la nuestra, no tenemos derecho de entregarlos a las garras de un dictador como Galtieri”[5]. Aunque no parezca cierto, la expresión pertenece a la “Dama de Hierro” Margaret Thatcher, líder conservadora, a la sazón primer ministro británica.
El mensaje estaba dirigido a gente de muy poca memoria ya que había apoyado a cuanto dictador andaba suelto, desde el conocido Cono Sur a las islas de la Mancomunidad Británica, como a Eric Gairy, primer ministro de Grenada que cuando la OEA reclamaba por ciudadanos desaparecidos en su país respondía que “se los había llevado un plato volador”[6]. Poca memoria también la suya, que olvidó su sensibilidad democrática una vez concluido el conflicto. Recordemos su visita al ex dictador Pinochet, a quien brindó santuario cuando el hoy cuestionado juez Baltasar Garzón pidió su extradición por crímenes de lesa humanidad. “Es un viejo amigo nuestro, nos ayudó con mucha información en la época de la Guerra Fría” y “fue muy comprensivo durante el conflicto de las Falkland”, dijo[7].
Sin embargo, ese discurso tuvo su predicamento. No tanto, pero algo, dentro del propio escenario interno argentino. No todos los partidos políticos reaccionaron del mismo modo. La presencia en las islas del doctor Vicente Saadi, a la sazón presidente del Partido Justicialista, fue un hecho impresionantemente clarificador dentro y fuera de fronteras. Del mismo modo la reacción inmediata y sin vacilaciones del ex gobernador de Córdoba, en aquellos años exiliado, el doctor Ricardo Obregón Cano. Yo mismo pude destacarlo para el público argentino como joven y novato corresponsal en Washington del diario La Voz de Buenos Aires, dirigido por el propio Saadi.
El contexto uruguayo
En Uruguay, a fuerza de ser sinceros, en un primer momento hubo dudas en algunos sectores sociales y políticos. Una franja de la clase media profundamente radicalizada contra el militarismo, tuvo dudas sobre cómo reaccionar a la sorpresiva noticia. Temía que su adhesión a Argentina pudiera ser interpretada como un endoso a la legitimidad del dictador Galtieri. Al mismo tiempo, la falta de una diplomacia pro activa de la Cancillería uruguaya solo alimentaba las dudas de cómo había que alinearse.
El movimiento social organizado, y una intensa campaña del periodista José Germán Araujo (electo senador con el retorno a la democracia) a través de CX 30 radio nacional, de la que era director, trasmitía entusiasmo a importantes sectores de la militancia y resistencia antidictatorial y confundían más a dirigentes y sectores moderados vinculados al partido Colorado fundamentalmente, y Nacional, que, dejemos que la historia hable, quizás nunca terminaron de entender a Wilson aunque esperaban ansiosos sus directivas. Algún dirigente partidario llegó a decir: “Wilson está exiliado en Londres por huir de los crímenes argentinos” [8]. El hogar de Wilson en Londres, saben quienes lo visitaron, tenía una foto de Thatcher, pero no precisamente en un marco de plata. Con sus propias manos había hecho una artesanía que exponía su figura a un ridículo solo imaginable por su inagotable sentido de la ironía.
Estos son los antecedentes nacionales uruguayos que precedieron a la llamada Declaración de Lima. La resistencia uruguaya había logrado en noviembre de 1980 el triunfo electoral del plebiscito donde la dictadura militar [9]. El anunciado cronograma militar que pretendía imponer elecciones con candidato único, vistiendo legitimidad y ropaje legal el vejatorio régimen uruguayo, se desmoronaba. Ya se hablaba que para fines de ese año 1982. Faltaba para ello pocos meses.
En abril de 1980, se había fundado la Convergencia Democrática en Uruguay en la ciudad de México. Mucho se ha discutido si fue un grupo, una coalición, una picardía desde el exilio… En rigor fue una señal muy importante para el que la quisiera entender. Al impulso de la vieja convocatoria artiguista “Unión caros compatriotas y estad seguros de la victoria” [10] se aunaron esfuerzos para preparar la embestida final contra la dictadura.
Desde su fundación fui designado su presidente. Por eso puedo señalar con propiedad, que en esas circunstancias conocí a la actual organizadora de este evento, la Rectora de la Universidad Nacional de Lanús, Doctora Ana Jaramillo cuyo permanente apoyo a nuestra lucha se recordará siempre con gratitud y afecto en medio de recuerdos cargados de dolor, pero también de lucha.
El Uruguay había obtenido un resonante triunfo en las urnas cuando en noviembre de 1980 la propia dictadura perdió el autoconvocado plebiscito para permanecer en el poder con pseudo legitimidad legal. Para noviembre de 1982, año Malvinas, los uruguayos se aprestaban a asestarle un nuevo golpe a la dictadura que convocaba a elecciones internas de los partidos para poder controlarlos [11]. Una vez más, el “tiro le salió por la culata” a la dictadura.
Cinco meses después de la rendición argentina, la dictadura uruguaya sufre su propia derrota: no militar sino política. La abrumadora mayoría de los votantes sufragan por las opciones más radicalizadas contra la dictadura. Muchos frenteamplistas votan en blanco. El partido Nacional (o Blanco) obtiene la mayor cantidad de votos, dentro del mismo la opción que apoyaba a Wilson Ferreira Aldunate y los doctores Sanguinetti y Tarigo ganan con una plataforma anti dictatorial dentro del escenario del Partido Colorado. Los sectores pro dictadura tienen una presencia insignificante.
En eso estábamos los uruguayos cuando irrumpe en la historia de nuestros pueblos y en la de cada uno de nosotros, el conflicto Malvinas.
Podemos decir entonces que la situación interna uruguaya: a) primero confunde a la opinión pública sobre cómo alinearse en el conflicto. b) le da a la Declaración de Lima –sobre la que pasaremos a hablar de inmediato– una importancia local: la definición de Wilson con su capacidad de cohesionar la postura de las fuerzas anti dictatoriales. c) aporta con la derrota política a los militares uruguayos y la derrota militar de Galtieri al desarrollo de una agenda democratizadora multipartidaria y binacional.
Tal es así que un año después de la Capitulación (el 18 de agosto de 1983 se celebró el Encuentro Democrático Ríoplatense, al que concurrieron de Uruguay mi hermana Silvia Ferreira de Morelli, Julio Sanguinetti, Manuel Flores Silva y Luis Alberto Lacalle, entre otros. Por Argentina estuvieron presentes Raúl, Antonio Tróccoli, Adolfo Gass y Antonio Cafiero.
Los puntos 4 y 5 de la declaración final del encuentro, son muy elocuentes respecto de los temas que venimos tratando:
“4 - Que ratifican su adhesión a los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos por lo que toda injerencia extranjera ajena a su voluntad constituye no sólo un acto reñido con el Derecho Internacional sino un agravio contra la convivencia civilizada de las naciones, que deben resolver sus diferencias por la vía de las negociaciones pacíficas y en el respeto recíproco de sus derechos. [...] 5 - Sin perjuicio de lo anterior, sostienen que sólo cuando ambos países del Plata sean dirigidos por gobiernos constitucionales y libremente elegidos podrán las dos naciones colaborar efectivamente e intensamente para hacer realidad su comunidad de intereses y su afinidad histórica”.
Los dictadores uruguayos no eran capaces de ganar sus propias elecciones y los argentinos sus propias batallas. La derrota militar acorraló a los galtieris y la lucha nacional y popular americana por las Malvinas, comenzó a recorrer un camino sin retorno.
La Declaración de Lima
Hay un “cielito” [12] que habla de Sol de mayo en Uruguay. Lejos de mi Patria aquel domingo 2 de mayo de 1982. Había llegado el jueves a Lima para entrevistarme con el presidente Fernando Belaúnde Terry. Belaúnde era una figura clave en el posicionamiento latinoamericano sobre el tema. Símbolo de la democracia liberal (los militares le habían sacado en pijama del Palacio Nacional en la madrugada de 3 de agosto de 1968), había vuelto al cargo impuesto por el voto popular en julio de 1980.
Se había conocido con Wilson Ferreira Aldunate en la Primera Conferencia de Presidentes Americanos en 1967 en Punta del Este. El presidente uruguayo era el general Oscar Diego Gestido y su canciller el doctor Héctor Luisi. La amistad de Wilson con este último había facilitado los encuentros con los mandatarios que se dieron cita en el Hotel San Rafael, de Punta del Este. Wilson acababa de dejar su cargo en el gobierno que había cesado el primero de marzo de ese año, al frente de la cartera de Ganadería y Agricultura, como se le llamaba en esa época.
Belaúnde, de quien nadie suponía que iba a ser derrocado pocos meses después, destacó por su claro enfrenamiento al imperialismo yanqui y su célebre discurso de profundo contenido americanista ante el presidente Lyndon B. Johnson.
El papel que le tocó jugar a Fernando Belaúnde Terry durante el conflicto tomó de sorpresa a muchos. Algo hay que decir de su pasado para comprenderlo. De joven, Belaúnde había recorrido América Central en campaña contra el imperialismo yanqui y por la unidad continental. Fue expulsado por los gobiernos de Nicaragua y Guatemala de la época. Realizó sus estudios universitarios como arquitecto en la Universidad de Miami [13].
Todo ese pasaje de Fernando Belaúnde se debe al golpe de Estado del general Odría en el Perú. Golpe que responde a luchas intestinas dentro del mismo APRA y que terminan con Haya exiliado en la embajada de Estados Unidos en Lima y al desconocido estudiante Fernando Belaúnde también exiliado. Luego el APRA y Belaúnde se enfrentarán electoralmente en las dos oportunidades que éste es electo presidente.
En 1945 asumió el presidente Bustamante con el apoyo de Víctor Haya de la Torre y el APRA. Pronto hubo conflictos entre Bustamante y Rivero y el líder del APRA, por lo que el mandatario decidió disolver por completo a su Consejo de Ministros apristas y formar un nuevo gabinete ministerial compuesto en su mayoría por militares, dentro de los cuales se incluyó a Manuel A. Odría como ministro de Gobierno y de la Policía. En su calidad de ministro y aliado con los partidos de la derecha, Odría le insistió a Bustamante para que reprimiera al APRA. Pero este se negó. Odría se levantó en armas contra el presidente Bustamante en la llamada Revolución Restauradora de Arequipa de octubre de 1948 con el respaldo de las Fuerzas Armadas. La Revolución logró derrocar a Bustamante, quien fue enviado al exilio. Hijos de ese proceso fueron tanto Belaúnde como Armando Villanueva, de quien nos referiremos más abajo.
El papel de Belaúnde en la Conferencia de Presidentes de Punta del Este de 1967 fue solamente comparable a la del presidente de Ecuador, Otto Arosemena, que se negó a firmar la declaración final y a pesar de su condición de presidente constitucional interino [14]. Recuerda el autor, a pesar de contar entonces con apenas 14 años, la impresionante manifestación popular que despidió a Arosemena y a Belaúnde en Uruguay y las que llegaban por las noticias expresando la misma adhesión en el recibimiento que les dieron sus respectivos pueblos.
Este perfil de Belaúnde no se percibía tan claramente en el momento en que ocurre el conflicto de las Malvinas. La asunción del general Velasco Alvarado tras el derrocamiento de Belaúnde, y el manto de progresismo que le quiso dar a su gobierno [15] logró que en algunos segmentos del imaginario popular progresista el regreso de Don Fernando [16] no fuera recibida con mayores expectativas. Su contrincante electoral, Armando Villanueva del Campo, del APRA, discípulo directo de Víctor Raúl Haya de la Torre, había monopolizando mucho las expectativas de quienes andaban flameando las banderas de libertad.
Todo esto es importante tener en cuenta a la hora de evaluar el papel del Presidente Peruano en la Crisis del Atlántico Sur.
Volviendo a mayo del 82, me encontraba aquel Domingo en el Hotel Runcu en Avenida de la Aviación 139, un tres estrellas pero en el Barrio Miraflores para reunirme con el Presidente del Perú. La reunión se pospuso una y otra vez como consecuencia de la crisis regional y el decidido liderazgo que había tomado Belaúnde en el tema.. Con muy poca anticipación se coordina fuera de fecha y horarios protocolares fui convocado a Palacio. La reunión re agendada se había sido organizado mucho antes para poder coordinar acciones de solidaridad con Uruguay de cara a las elecciones internas de los Partidos Políticos de Uruguay. Un par de años antes un Presidente Belaúnde recién asumido le había brindado similar apoyo al pueblo uruguayo.
A poco de comenzar la conversación, ingresó a su despacho su edecán naval y le entregó un papel. Belaúnde se excusó apenas diciendo “Hundieron el Belgrano”[17] En aquel mismo momento morían la mitad de los argentinos que cayeron en las Malvinas. El ataque británico se había producido fuera de los límites de las aguas de exclusión. Más de cuarenta minutos más tarde Belaúnde regresa para una breve reunión en la que acordamos un encuentro con Wilson Ferreira Aldunate.
El resto de la Historia de la Declaración de Lima, es recordada y será debatida en el Congreso, donde se ha decidido expresar su reconocimiento a los firmantes de la Declaración de Lima, entre ellos Wilson Ferreira Aldunate, que el 18 de mayo de 1982 afirmaron su “solidaridad con la lucha anticolonialista del pueblo argentino encaminada a recuperar su legítima soberanía sobre las Islas Malvinas”. Una breve referencia antes de culminar este capítulo, en homenaje al Dr. Ricardo Obregón Cano, voz solidaria y mano tendida al perseguido, por su enrome aporte aquel logro histórico apenas dos semanas después del hundimiento del Belgrano.
Quiso la Historia que más de un cuarto de siglo después, años después, con ese nombre se conociera la resolución oficial de los cancilleres americanos “ratificaron su decisión de crear una comisión que analice la situación de Honduras y su posible retorno al organismo. También apoyan el restablecimiento de las negociaciones entre Argentina y Reino Unido sobre Las Malvinas.” [18] Hasta el día de hoy, en la jerga multilateral, se conocer resolución de la OEA como Declaración de Lima. Llamémosla nosotros: Lima 2.
La misión Haig y la crisis del sistema Interamericano
Habían pasado dos meses de la finalización del conflicto bélico. América Latina ardía por sus consecuencias. Al repudio popular a los dictadores argentinos aceleraba el cronograma democrático de la región. De hecho comenzó en argentina el proceso democratizador. Quien escribe junto al periodista uruguayo José Pedro Varela se lanzó a una hazaña periodística, la de producir una documental que permitiera imaginar el futuro de la región tras el conflicto.
““El dos de abril de 1982, fuerzas militares argentinas toman posesión de los territorios de las Islas Malvinas, Georgia y Sándwiches del Sur. De inmediato la casa Blanca y el Departamento de Estado inician una ofensiva de diplomacia shuttle a cargo del mismísimo General Alexander Haig. Viaja varias veces entre Londres y Buenos Aires, hasta que dar por concluidos sus intentos de Paz. El Reino Unido, aunque ninguno de los dos países declaró la guerra al otro, envió su flota a recuperar las islas. Estados Unidos abandona su neutralidad y se alió a con Gran Bretaña y la NATO cuya jefatura máxima el propio Haig había ejercido en 1979. El 14 de junio terminó el combate militar con la rendición de los generales argentinos. En dos semanas Haig renunciaba a su cargo. El conflicto bélico y la diplomacia quedaban atrás, no así sus consecuencias, esa batalla histórica y diplomática empezaba una nueva etapa. Soy Juan Raúl Ferreira y durante la próxima media hora estaremos analizando las consecuencias de este conflicto para la comunidad latinoamericana.”
Así comenzaba el documental que fue emitido en México, España, Argentina, Perú y Ecuador.
El cortometraje señalaba algunos desafíos diplomáticos. Estados Unidos trata de evitar el conflicto, pero cuando tiene que optar: entre la alianza militar de las Américas (TIAR) y el Tratado de Seguridad extra continental (Estados Unidos integra ambos) Haig opta por la más importante para su diplomacia en años de guerra fría: La OTAN.
El film describe la doctrina Monroe “AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS”, el nacimiento de la Unión Panamericana, la OEA y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Con una serie de reportajes a líderes de la OEA, al Embajador de Argentina en dicho país, referentes académicos y militares en los Estados Unidos, concluye con que con el tiempo los Latino Americanos tendrán su propia organización regional y de Seguridad y termina con la pregunta ¿Una OEA sin Estados Unidos? Desde el punto de vista estrictamente la película termina con la imagen del Histórico Edificio de la Unión Panamericana en la esquina de la calle 17 con Constitution Avenue NY de Washington en momentos en que se baja la bandera de los Estados Unidos y siguen flameando las demás.
No era un ingenioso efecto spielbergberiano sino una modesta propina al funcionario que las guardaba todos los días tras la puesta del SOL. A pocos metros se divisaba la silueta del monumento de Belloni [19] a José Artigas.
No se trataba por cierto de reivindicar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)[20], sí de descalificarlo mostrando la grosera mentira que encerraba. Había servido para invadir Santo Domingo, pero no para defender a la región de un enemigo extra continental. Años después la diplomacia yanqui vuelve a intentar movilizar los mecanismos del TIAR para evitar el triunfo Sandinista.
En efecto en 1979, “el Secretario de Estado Cyrus Vance quien, en una breve exposición explicó a sus colegas latinoamericanos las razones por las que había sido convocado el máximo órgano de consulta de la OEA: los Estados Unidos se proponía solicitar la autorización de la OEA (o que sirva de pretexto su pretexto o cobertura) para el envío de tropas americanas para poner fin al conflicto armado que se había planteado en Nicaragua. La medida tomó de sorpresa no solo a los cancilleres, sino a la propia prensa norteamericana, que acababa de lanzar una campaña contra el gobierno de Cuba porque el gobierno de La Habana se había atrevido a sugerir esa posibilidad (que Estados Unidos quería mandar tropas).”[21]
El TIAR ha sido un instrumento de legitimización de la intervención unilateral de los Estados Unidos en América Latina. Citarlo era simplemente un modo de evidenciarlo. No era un mecanismo de seguridad continental y si lo fuera, Estados Unidos lo habría traicionado apoyando al Reino Unido, aliado en la OTAN en una agresión militar en nuestra América, contra un Estado miembro de la OEA. Ya cuando la invasión a Santo Domingo en 1965, el Uruguay, entonces miembro del Consejo de Seguridad de la ONU había levantado su vos denunciando este uso del TIAR como mecanismo legitimador del uso unilateral de la fuerza por parte de Estados Unidos. “(…) crear una fuerza interamericana en la que quedarían integrados los contingentes militares de Estados Unidos en territorio americano (…) se trata de transformar ipso facto as las fuerzas presentes en territorio dominicano, es decir las fuerzas de Estados Unidos, en otra fuerza que no sería de un Estado, ni de un grupo de Estados, sino de un organismo interestatal como la OEA.”[22]
5) Integración y Diplomacia.
Esta ha sido la gran asignatura pendiente desde entonces. No obstante se debe confesar que los progresos hechos son asombrosos. No es de recibo la pregunta sobre si los avances de integración regional y sub regional se deben (o debieran ser) a causas fundamentalmente económicas o esencialmente políticas. Unas van de la mano de la otra y sin la otra cada una pierde su fundamento. Acuerdos de integración arancelaria que dejen de lado la agenda política, que rescaten nuestro origen y proyecten nuestro destino común son irrealizables.
Como ha señalado recientemente el canciller uruguayo Luis Almagro: “la superposición de organismos regionales y subregionales, ha llevado a la necesidad de cuidadosamente ir estudiando los aspectos instrumentales, que eviten contradicciones o compromisos no complementarios, pero no debe desalentar este proceso generador de muchas instancias de integración.”[23]
Esta fue la gran lección de Malvinas y la deuda contraída por los pueblos americanos, no con los dictadores que quisieron perpetrarse en el poder, sino con los soldados que ofrendaron sus vidas. Con los pensadores que nos recuerdan que la lucha por las Malvinas, no es un mero símbolo, que igual sería suficiente, si no la lucha común por defensa de nuestros recursos naturales.
A veces se le critica a la diplomacia regional la superposición de instancias multilaterales. Al Grupo de Contadora, siguió del de Apoyo a Contadora, de donde nació el Grupo de Río. El Mercosur abrió su puertas a otros pueblos no fundadores y fueron derrotadas las visiones tecnicistas para imponer la sólida marcha de la integración. Y así nace la UNASUR. No en vez de… o en contra de, sino interpretando aquella llamarada de entusiasmo integrador que recorrió el continente en los ochenta y con lo cual soñaron hace 25 años de jóvenes periodistas uruguayos.
Los temas de defensa no han quedo atrás. En los años 90 Uruguay cerró las puertas a incorporar los temas de Defensa al Mercosur. Confesémoslo. También dijo el gobierno de entonces que los temas políticos debían estar ajenos. Pero hoy, lo que se avanza económicamente es consecuencia no causa, de definiciones y acuerdos políticos. Y en el UNASUR el tema de la Defensa colectiva está en la agenda.
Cuando Colombia resolvió (¿?) no ha quedado muy claro qué: a) o aceptar bases americanas, b) o poner bajo control americano bases colombianas, o c) permitir a las fuerzas armadas de Estados Unidos operar en, desde y hacia bases colombianos… el entonces Presidente Álvaro Uribe debió hacer una gira por América Latina, dar explicaciones a sus pares y debió de debatir el tema en la reunión de Jefes de estado de Bariloche.
De una propuesta de “pacto de no agresión militar” entre los países integrantes del UNASUR propuesto en su momento por el Presidente Alan García y rechazado por el gobierno chileno, porque el lenguaje mismo era desconfiado y belicista se ha avanzado a mecanismos de coordinación de mecanismos de seguridad.
El Consejo de Seguridad del UNASUR, dónde cada país informa de sus compras militares y de sus acuerdos b ilaterales con otros países le ha dado sustancia y razón de ser a la organización que aún no tiene su partida de nacimiento en un tratado ratificado por los estados miembros. Es un caso en el cual, la agenda va delante de los mecanismos jurídicos y las decisiones políticas formales. Brasil, Colombia, Venezuela y Bolivia ya han blanqueado ante el mismo controversiales gastos en armamentismo, sustituyendo el diálogo por la tensión generada por la desconfianza de otros tiempos.
“La Decisión para el Establecimiento del Consejo de Defensa Suramericano de la UNASUR fue aprobada en Costa do Sauípe, Brasil, con ocasión de la Cumbre Extraordinaria de la entidad, en diciembre de 2008. La Decisión fue negociada en el ámbito del Grupo de Trabajo creado en la Reunión Extraordinaria de Brasilia (23.05.2008) e integrado por representantes de los Ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores de los doce países, bajo la presidencia de Chile. El hecho de que el Grupo haya llegado a un consenso respecto de los objetivos, funciones y estructura del Consejo en sólo cuatro reuniones refleja el esfuerzo negociador y el espíritu de colaboración de todos los países. El documento de decisión presidencial estipula que el Consejo es una instancia de consulta, cooperación y coordinación en materia de defensa.” [24]
El siglo XXI
Ha llegado el siglo de ver, con dificultades, la realización de nuestros sueños. De las deliberaciones de una OEA vacilante donde en 1982 convivían las naciones americanas con el aliado militar de Gran Bretaña, los Estados Unidos, a un mundo donde, Sudamérica lidera la iniciativa de la integración.
Paso a paso. Como señaló el Maestro de la integración Tucho Methol: “estamos más cerca de la unidad sud americana, la latinoamericana es de alto riesgo, porque es meter el hocico en las fronteras de Estados Unidos, para lo que aún no tenemos energías suficientes. Pero quizás sino nos suramericanicemos, logremos latinoamericarizarnos.”[25]
contemporáneamente con este Congreso circula en las Naciones Unidas[26] La Declaración de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) sobre la cuestión de las Islas Malvinas fue distribuida hoy aquí como documento oficial de la Asamblea General de la ONU:
El texto, puesto en circulación a petición de la representación permanente de Argentina ante Naciones Unidas, fue aprobado por la más reciente cumbre de la UNASUR, celebrada el pasado día 4 en la localidad de Los Cardales.[27] La declaración aparece dentro del tema 23 del programa de la Asamblea General de la organización mundial, titulada la Cuestión de las Islas Falkland (Malvinas).
En Los Cardales, la UNASUR reiteró su respaldo los legítimos derechos de Argentina en la disputa de soberanía con el Reino Unido referida a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. También insistió en que los gobiernos de Buenos Aires y Londres reanuden negociaciones hacia una solución pacífica y definitiva del problema, de conformidad con las resoluciones y declaraciones de la ONU y la Organización de Estados Americanos.
Asimismo, destacó "la permanente actitud constructiva y disposición del gobierno argentino para alcanzar, por la vía de las negociaciones, una solución pacífica y definitiva a esta anacrónica situación colonial en suelo americano". Además, rechazó las actividades de exploración de recursos naturales no renovables de la plataforma continental argentina que desarrolla el Reino Unido "en abierta oposición a lo dispuesto por la resolución 31/49 de la Asamblea General de la ONU". Ese texto insta a las dos partes a abstenerse de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación mientras las islas estén atravesando por el proceso recomendado por la Asamblea General.”[28]
Para terminar, señalemos como un hecho que debe llenar de orgullo a todos los pueblos americanos, que Uruguay y Argentina países que nacen como una misma entidad política a la vida independiente, abandonan al empezar la segunda década del nuevo milenio un fratricida enfrentamiento que consumió sus energías en los últimos años.
El 21 de septiembre de 2010 el “ingreso de la fragata HMS Gloucester D-96, encargada de la custodia de las Islas Malvinas, fue denegada por el ministerio de Relaciones Exteriores” de Uruguay”[29] En respuesta la Presidenta Cristina Fernández le dirigió un mensaje a su homólogo uruguayo: en el cual señala que se trata de una “defensa conjunta de la región porque vienen también a depredar nuestros recursos naturales. Hoy puede ser petróleo, mañana puede ser la pesca. Hoy es Argentina, mañana puede ser Uruguay o cualquier otro país de la América del Sur cuando a ellos allá arriba les falte algo” [30].
No puedo olvidar la madrugada del 16 de noviembre de 2009, cuando unos guardábamos vigilia algunos amigos ante los despojos mortales de Alberto (Tucho Methol) Ferré, llegó casi en silencio el entonces candidato José Mujica a su velatorio. Le acompañaba solamente su esposa Lucía. Se detuvo ante los restos del pensador americano y dijo con la voz quebrada “Se fue otro viejo federal y libertario.” Luego elevó los ojos y dijo: “Pocas semanas después de asumir crucé el puente caminando.”
El puente que de la mano de Pepe, queremos cruzar todos los uruguayos, es el de la historia. Y lo venimos cruzando bien.
(*) Se inició en el periodismo en 1976, como corresponsal en Washington de Canal 13 de México 1979, cuando realizó igual tarea desde la Organización de Naciones Unidas. En esa misma época fue corresponsal del diario La Voz, de Buenos Aires. Escribió artículos y columnas en The Washington Post, The New York Times, The Miami Herald, Chicago Tribune y The Christian Science Monitor (Estados Unidos), El Nacional (Venezuela), Excelsior (México) y The Buenos Aires Herald (Argentina). En 1979 fue corresponsal del diario mexicano El Día para cubrir la ofensiva diplomática del Frente Sandinista antes de la caída de Anastasio Somoza y en 1980 asumió como Presidente de la Agencia Internacional de Noticias Pressur, con sede en Roma. Tras regresar del exilio en 1984, fue columnista en Uruguay de Últimas Noticias, El Telégrafo (Paysandú), Diario Cambio (Salto), Norte (Rivera) y El Observador Económico. Publicó artículos en Ámbito Financiero, de Argentina, y tiene dos columnas radiales semanales. Después de haber publicado varios libros sobre política exterior, se ha dedicado a escribir anécdotas sobre la vida política uruguaya: Con la Patria en la valija, Vadearás la sangre y Tocando el Cielo.
[1] Luis Alberto de Herrera, El Uruguay Internacional, Ediciones del Poder Legislativo, 1988.
[2] Alberto Methol Ferré, Conferencia “El Uruguay internacional. La visión de Carlos Real de Azúa”.
[3] Informe Registro Archivo Associated Press.
[4] Wilson Ferreira Aldunate, 28 de enero de 1971, acto de oposición al menajeo electoral de Bordaberry, Avenida Brasil y la Rambla.
[5] Margaret Thatcher, Washington Herald, 20 de junio de 1998.
[6] Eric Gairy, Primer Ministro de Grenada, Grenada Tribune, 14 de julio de 1977.
[7] Los 503 días de Pinochet en Chile, Centro de Estudios Miguel Enríquez (CEME), Archivo Chile, p.17
[8] Aníbal Strossi, La Voz Blanca, publicación clandestina, s/n junio de 1982.
[9] El propio régimen se denominaba a sí mismo “cívico militar” simplemente para ocultar su verdadera naturaleza. Es un nombre que no suelo usar, la mera coexistencia de civiles en su elenco, no le da credenciales de civismo a ningún régimen conculcador de derechos.
[10] Proclama de Artigas al Ejército de la Banda Oriental. Fue publicada en La Gazeta de Buenos Aires el 8 de mayo de 1811.
[11] Como efectivamente ocurrió en noviembre de 1982 cuando el gran triunfador fue el exiliado líder Wilson Ferreira Aldunate,
[12] Ritmo poético oriental. El más tradicional es el Cielito Oriental, de Bartolomé Hidalgo.
[13] Biografía de Fernando Belaúnde Terry, Centro de Estudios y Documentación Internacional de Barcelona.
[14] Wilson Ferreira Aldunate solía rechazar el término “Presidente Constitucional”. “Los Presidentes son Constitucionales, sino son usurpadores que no merecen llamarse Presidentes”. Cuadernos del tercer mundo, agosto de 1979, reportaje de Diego Achard y Juan Raúl Ferreira.
[15] Allí se acunó la expresión “peruanismo” como sinónimo de militares revolucionarios de izquierda.
[16] Belaúnde Terry, Fernando, arquitecto.
[20] Adoptado en: Río de Janeiro, Brasil, fecha: 09/02/47, conf/asam/reunión: Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, entrada en vigor: 12/03/48 conforme al articulo 22 del Tratado.
[21] “La batalla diplomática por Nicaragua”, Juan Raúl Ferreira, diario El Día, México.
[22] Embajador de Uruguay Carlos María Velásquez, Consejo de Seguridad de la ONU, junio de 1965.
[23] Canciller Luis Almagro, Canal 10, 24 de mayo de 2010.
[24] Creación del Consejo de Defensa Suramericano. http://www.cdsunasur.org/es/consejo-de-defensa-suramericano/creacion-cds
[25] Alberto Methol Ferré, Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), septiembre de 2008.
[26] 65° período de sesiones de la Asamblea General de la ONU inaugurado el 23 de septiembre de 2010.
[27] Provincia de Buenos Aires.
[28] “El Sueño de la Patria Americana”, Somos La Rioja, 22 de septiembre de 2010.
[29] Associated Press, 22 de septiembre de 2010.
[30] La República, Montevideo, 22 de septiembre de 2010.
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