23 de noviembre de 2010

Vignolo (2)


Los ingleses fueron los gurkhas de
Estados Unidos en la guerra de Malvinas

Luis Vignolo (*)



Como uruguayo, esto es como argentino oriental, al decir de Juan Antonio Lavalleja en la proclama de los Treinta y Tres Orientales, y de mi maestro y amigo Alberto Methol Ferré, me siento muy honrado de participar en este Primer Congreso Latinoamericano “Malvinas, una causa de la Patria Grande”.
No puedo dejar de pensar en Methol, fallecido el 15 de noviembre pasado. Seguramente nadie defendió en el Uruguay con tanta pasión y convicción la recuperación de la soberanía argentina en las Malvinas, y nadie la concibió tan exactamente como causa de la Patria Grande, como causa de la Nación Latinoamericana. Pienso cuánto hubiera disfrutado él, si hubiera vivido para estar hoy aquí, y cuanto nos hubiera hecho disfrutar a nosotros.
En su homenaje, pero sobre todo en homenaje a la verdad o a la búsqueda de la verdad, quiero recordar la muy polémica y audaz tesis de Methol sobre la verdadera naturaleza de la Guerra de Malvinas. Methol decía que si bien los ingleses fueron quienes llevaron a los gurkhas a pelear en el Atlántico Sur, en realidad los ingleses fueron los gurkhas de los norteamericanos en las Malvinas, porque la guerra de las Malvinas a pesar de todas las apariencias fue, o terminó siendo, en esencia una guerra con los Estados Unidos. Y esta afirmación no procedía de un arrebato pasional, ni de un intento de menospreciar a los ingleses, ni tampoco de un anti norteamericanismo obsesivo: era el resultado de su infatigable afán de interpretar la realidad del poder en el mundo, y por lo tanto comprender mejor nuestra situación y nuestras posibilidades.
Methol pensaba que la propuesta del mediador norteamericano Alexander Haig de una administración tripartita de las islas había sido algo más que una maniobra distractiva para favorecer el avance inglés. Creía que si esa propuesta hubiera sido aceptada, le habría brindado un carácter formal al dominio norteamericano de las islas en el Atlántico Sur, consolidando el poder ya real de Estados Unidos en el área, aunque no reconocido formalmente.
Por eso dijo Methol, en el 2002, con su estilo tajante y desafiante: “…hablan vanamente sobre Las Malvinas porque los ingleses no son los ocupantes reales de las islas. Los ocupantes reales son los Estados Unidos”.
Y quiero recordar una cita que ayer hizo el compañero venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein. Se trata de las declaraciones del Secretario de Defensa norteamericano de la época, Caspar Weinberger, quien le restaba importancia al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, resaltaba en cambio las obligaciones norteamericanas con la OTAN y afirmaba muy rotundamente: “Gran Bretaña con las Malvinas dará control total sobre el continente latinoamericano”.
¿En qué control total del continente latinoamericano estaba pensando el Secretario de Defensa norteamericano al pronunciar esas palabras? ¿A quién le daría Gran Bretaña el control total de América Latina con las Malvinas? ¿A los galeses o a los gurkhas tal vez? Obviamente no. En la cabeza del Secretario de Defensa norteamericano en medio de la Guerra Fría –es decir en la cabeza del hombre encargado de la defensa de la primera potencia, o para decirlo en la terminología de Methol, el responsable de la defensa del primer Estado Continental Industrial de la historia, inmerso en la Guerra Fría, que a su vez fue el primer gran conflicto entre los dos primeros Estados Continentales Industriales de la historia– el control total del continente latinoamericano solamente podía significar el control total norteamericano sobre América Latina, utilizando en este caso los servicios de los ingleses como gurkhas.
La misma Tatcher dijo que tal vez nunca hubiera recuperado las islas “sin los aviones Harrier y su inmensa maniobrabilidad, equipados con la última versión de los misiles Sidewinder que nos suministró el ministro de Defensa de Estados Unidos, Caspar Weinberger”. Y más francamente el Secretario de Marina de Estados Unidos en 1982, John Lehman, afirmó: “Sin la ayuda americana Gran Bretaña hubiera tenido que retirarse de las Falkland”.
No menos importante fue el apoyo a los ingleses que brindó la inteligencia de intercepción de señales y satelital norteamericana, tema decisivo sobre el que luego volveré. 
Más allá de los detalles, desde el punto de vista conceptual, la tesis de Methol de que la guerra de las Malvinas fue en esencia una guerra con Estados Unidos es un corolario necesario de su teoría de los Estados Continentales Industriales como únicos protagonistas verdaderos de la historia a partir del siglo XX. Concepción ejemplificada del modo más claro en el protagonismo de norteamericanos y soviéticos durante la Guerra Fría. Desde esa perspectiva los ingleses no solamente no son los ocupantes reales de las islas sino que ni siquiera podrían serlo. Es esta misma visión la que impulsó a Methol a pensar las Malvinas como causa de la Patria Grande, de la Nación Latinoamericana, ya que solamente unidos en un Estado Continental Industrial latinoamericano podremos ser verdaderamente soberanos, y no semicolonias encubiertas.
Paradójicamente si la tesis de Methol es cierta, como pienso que lo es, nos podría llevar a pensar, y en particular a mí me hace pensar, en una realidad geopolítica que trasciende los Estados Continentales Industriales en los que tanto énfasis puso.

La red Echelon

El vínculo transatlántico profundo entre Estados Unidos y Gran Bretaña ya era proclamado como una necesidad geoestratégica imperiosa por el almirante norteamericano Alfred Mahan a comienzos del siglo XX.
Las revelaciones de los últimos años sobre Echelon, la mayor red pan-anglosajona de intercepción mundial de comunicaciones de la historia, y el acuerdo UKUSA entre Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda ponen en evidencia que lo concebido por Mahan hace más de cien años es en gran medida realidad operativa desde hace décadas.
A su vez, el acuerdo UKUSA es la prolongación de la cooperación entre Estados Unidos y el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, ya iniciada en la Primer Gran Guerra, y luego extendida a Canadá, Australia y Nueva Zelanda, unidos en una alianza anterior a la OTAN, que incluso espía a otros países de ese mismo organismo militar.  
La militarización del espacio es un rasgo de la globalización satelital que constituye una especie de primera etapa de la Era Espacial en la que vivimos sin darnos cuenta. Así como el dominio de los océanos fue la característica de la modernidad, el dominio del espacio, y en particular el dominio del mundo desde el espacio, es decisivo en nuestro tiempo. La tecnología dominante de nuestra época impone prioridades geopolíticas ya que para operar las redes satelitales se necesitan bases en los distintos continentes y áreas terrestres. El conjunto de los países UKUSA, es decir la unión pan-anglosajona, tiene justamente esa capacidad.
Parece inevitable pensar entonces que el área UKUSA constituye una especie de nuevo Estado Transoceánico, emparentado con los imperios transoceánicos que protagonizaron el nacimiento de la modernidad, pero que ahora aparece como un Estado Transoceánico Industrial dotado de la más alta tecnología del siglo XXI.
Esto se relaciona muy directamente con el tema del Congreso ya que la red Echelon fue usada por Gran Bretaña durante la guerra de las Malvinas, como parte de la fundamental cooperación de inteligencia que Estados Unidos brindó a los ingleses. Según Jeffrey Richelson, del Nacional Security Archives de Washington, el sistema Echelon todavía hoy se utiliza para espiar comunicaciones relativas a las Malvinas.

Necesidad del desarrollo industrial y tecnológico

En otro orden, las redes financieras transnacionales angloamericanas han sido principales protagonistas de la reciente crisis financiera y económica mundial, de un modo que parece confirmar desde otra perspectiva la realidad geoestratégica y geoeconómica del área UKUSA.
Sin embargo, no es este el momento ni el lugar para desarrollar extensamente la teoría de los Estados Continentales Industriales de Methol, ni para examinar a fondo la posibilidad de un Estado Transoceánico Industrial pan-anglosajón. He mencionado lo anterior para hacer notar la seriedad con la que debe tomarse la tesis de Methol acerca de que los ingleses fueron los gurkhas de los Estados Unidos en las Malvinas. Obviamente esta no es una idea aceptada en el discurso diplomático ni académico, pero con más razón tenemos el deber de reflexionar al respecto para no seguir hablando “vanamente de las Malvinas” como nos advirtió Methol. Es nuestra obligación dejar planteada la interrogación sobre la verdad, porque la verdad nos hará libres.
En cuánto a la defensa de los recursos naturales a la que hace referencia el título de este panel, estoy convencido de que no habrá posibilidad real de defender esos recursos naturales, ni protegernos de las hipótesis de conflicto, sin un desarrollo industrial y tecnológico profundo. Una vez más Methol, en su Dialéctica Hombre-Naturaleza, expuso la lógica de la emancipación humana frente al sometimiento a la naturaleza, que se encarna en el desarrollo de la sociedad industrial y tecnológica. Como a su vez el dominio del espacio físico matemático de la ciencia y la tecnología, va necesariamente acompañado del dominio del espacio geográfico, tenemos como asignatura pendiente desde la Primera Independencia inconclusa, cuyo Bicentenario conmemoramos, la consolidación de la Segunda Independencia mediante la unidad sudamericana y latinoamericana, y el desarrollo industrial y tecnológico, que se necesitan mutuamente de manera imprescindible.
Requerimos la “insubordinación fundante” de la que ha hablado y escrito Gullo.
Para ello, la consolidación de un Consejo de Defensa Sudamericano y el desarrollo de una industria de defensa sudamericana es esencial. De lo contrario, como en la guerra de las Malvinas, seguiremos dependiendo de las industrias de defensa de los países dominantes, que le impidieron a Argentina reabastecerse, por ejemplo, de los misiles Exocet. Y una industria de defensa propia solamente es concebible a escala suramericana –o latinoamericana– y no desde ninguno de nuestros países balcanizados y solitarios.
A la vez, al pensar en las hipótesis de conflicto es necesario recordar que estas cambiaron justamente desde la guerra de las Malvinas. Luiz Alberto Moniz Bandeira ha dicho: “Hasta la guerra de Malvinas, las hipótesis de guerra del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas brasileñas eran las guerras internas o de guerrilla; los conflictos regionales, con uno u otro país de América del Sur (la Argentina entre los principales); las guerras en otro continente, donde Brasil debería enviar contingentes, como en la República Dominicana en 1965; y, finalmente, la posibilidad de ataque de países comunistas y una conflagración generalizada. Desde la guerra de Malvinas, la hipótesis de guerra con los Estados Unidos se tornó objeto de estudio en las Fuerzas Armadas.”
Es decir que en el fondo, aunque no se exprese formalmente, la tesis de Methol sobre la guerra de las Malvinas sí es pensada aunque no directamente enunciada.

Uruguay y las Malvinas

Aquí quiero ligar el tema del desarrollo industrial a través de la integración –para entre otras cosas poder defender nuestros recursos naturales– con el papel específico del Uruguay en la integración regional y en relación con las Malvinas.
El puerto de Montevideo ha estado ligado a las Malvinas desde el período colonial, cuando las islas dependían del Apostadero Naval español en el Atlántico Sur, con sede en Montevideo (mientras que el Apostadero Naval español del Atlántico Norte estaba en Cuba). El puerto de Montevideo era una base fundamental de la escuadra española suratlántica, que custodiaba la estratégica ruta bioceánica, el pasaje al Océano Pacífico.
De allí el vínculo esencial con las Malvinas.
La estrategia balcanizadora británica que derivó en la separación del Uruguay del resto de las provincias platenses fue continuada poco después por la ocupación inglesa de las Malvinas. Fueron los representantes norteamericanos en Buenos Aires y en Río de Janeiro en el año 1826, dos años antes de la firma de la Convención Preliminar de Paz por la cual se crea el Uruguay, quienes le informaron al Secretario de Estado norteamericano Clay -el equivalente de la Clinton de aquella época- que los ingleses estaban buscando crear una colonia encubierta en Montevideo. Y por supuesto a la Convención Preliminar de Paz de 1828, le sigue en 1833 la ocupación definitiva de las Malvinas por parte de Gran Bretaña. De modo que el papel de Montevideo como puerto de abastecimiento para las Malvinas es de muy larga data.
Recordaba Methol: “Las Malvinas están orgánicamente vinculadas al Uruguay, tan vinculadas que yo que fui portuario durante cuarenta años, veía entrar cada dos o tres meses al ‘Darwin’, un barquito inglés de las Malvinas que traía los enfermos al Hospital Británico –porque el Hospital Británico se hizo para las Malvinas– y para el abastecimiento de las Malvinas que era un sitio extremadamente inhóspito”.
Incluso cuando se produce el progresivo desplazamiento de Gran Bretaña como potencia hegemónica y su sustitución por los Estados Unidos –algo que en el Uruguay se manifiesta a comienzos del siglo XX– los norteamericanos, en 1905, proponen comprarle la Isla de Flores al Uruguay y las Malvinas a Gran Bretaña.
De manera que el problema planteado por el Ministro Guillermo Rossi acerca del abastecimiento civil de las Malvinas en el puerto de Montevideo, hay que verlo en perspectiva histórica.
En mi opinión a la luz del conjunto del nuestro historia, es mucho más relevante la prohibición de operar en el puerto de Montevideo que el gobierno uruguayo del Presidente José Mujica le impuso al buque inglés HMS Gloucester D-96, encargado de la custodia de las Malvinas. No en vano la Presidenta Cristina Fernández fue tan expresiva en su agradecimiento al gobierno uruguayo.

Hacia la integración definitiva

 El papel del puerto de Montevideo en el abstecimiento civil y comercial de las Malvinas mencionado por Rossi, es un problema, pero se trata de una dificultad que nos hace pensar en la urgente necesidad de fortalecer la unidad regional y la unidad rioplatense en particular. Es necesario combatir las asimetrías en el Mercosur. Es urgente que los países de menor tamaño del Mercosur sean tenidos en cuenta por los socios mayores. Es necesario un proyecto de desarrollo industrial compartido en la región, que consolide la unidad y aleje los intentos de fracturar o debilitar el bloque regional.
A diferencia de lo que ocurre ahora con el gobierno de Mujica, durante los dos gobiernos uruguayos anteriores, el de Jorge Batlle y el de Tabaré Vázquez, se negoció, aunque sin éxito, un TLC con Estados Unidos. De haberse concretado hubiera sido un golpe durísimo a la integración regional. Uruguay mediante un TLC con Estados Unidos hubiera completado, en palabras de Methol, “el pasaje de Lord Ponsonby a Mister Ponsonby”. En consecuencia es necesario que el árbol no nos impida ver el bosque.
El TLC de Uruguay con Estados Unidos no se concretó en parte por la oposición de Brasil y Argentina, y a la vez por las resistencias internas que la negociación del Tratado despertó en Uruguay. La estructura económica del Uruguay ha desarrollado una fuerte urdimbre con la región. Nuestros principales socios comerciales son, por supuesto, Argentina y Brasil, pero además específicamente los destinos para los productos industriales uruguayos, para los productos de valor agregado medio y alto, o de contenido tecnológico medio y alto, son Argentina y Brasil, en ese orden. Digamos en el conjunto de las exportaciones le vendemos más al Brasil que a la Argentina, pero le exportamos más productos de alto valor agregado a la Argentina.
Quienes éramos contrarios a la negociación del TLC en el Uruguay y señalábamos esta realidad, éramos descalificados como ilusos, románticos, etcétera. Pero cuando llegó la hora de las negociaciones pasó lo que muchos no creían que pudiera pasar: la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU) y la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU), donde hay muchas empresas que exportan a la región, que exportan a la Argentina y que exportan al Brasil,  expresaron sus serios reparos. En el año 2005 casi el 40 por ciento de las exportaciones industriales uruguayas se destinaron al Mercosur.
De modo que tenemos mucho por hacer para profundizar la integración y la unidad, pero a pesar de todo lo que falta, a pesar de todas las falencias, a pesar de todos los errores, hemos avanzado lo suficiente como para crear fuerzas económico-sociales partidarias de la integración, allí donde muchos no esperaban que pudieran existir. Fuerzas económico-sociales que han operado a favor de la integración y la unidad sudamericana, y no a favor de la sumisión al poder hegemónico mundial.
Quiero finalizar mi intervención expresando mi convicción de que el archipiélago de las Malvinas volverá a ser argentino, suramericano y latinoamericano, y lo será en la medida en que nosotros seamos capaces de unir el archipiélago político latinoamericano que nació de la Primera Independencia inconclusa. Esa misión de unidad, la que nos legaron San Martín, Artigas y Bolívar, es posible y necesaria. Es nuestro único verdadero siglo XXI.




(*) Escritor y periodista. Ha escrito en los diarios Mundocolor y El País y en el semanario La Democracia. Secretario de Redacción de la publicación trimestral 170 y del mensuario Nexo Sur. Corresponsal en Montevideo de la revista argentina Energía 2001, colaborador de las revistas argentinas Política, Claves, y de la publicación Barajar y dar de nuevo. Autor de El joven Reclus. América Latina: la humanidad reconciliada. Anarquismo y geografía en los orígenes de la idea de la Nación Latinoamericana, En torno al Uruguay como problema, Artigas y Bolívar son el siglo XXI (Entrevista a Alberto Methol Ferré) e Itinerario de un uruguayo latinoamericano y universal.

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