23 de noviembre de 2010

Morant


El poder del futuro está en el control
de los recursos estratégicos naturales

Mario Morant (*)



Quiero tomar una frase que nos dijo el maestro Andrés Soliz Rada, de Bolivia: “El siglo XXI es el siglo de la ocupación de las mentes, de las conciencias”. Por cierto, nuestra América Latina ha sido un territorio ocupado desde el punto de vista físico, pero también ha sido un territorio ocupado desde el punto de vista económico, cultural y político. Y a eso han servido muchas veces los golpes de Estado instrumentados por nuestros ejércitos, nuestros propios ejércitos, previamente cooptados ideológicamente en lugares instituidos al efecto, como la Escuela de las Américas en Panamá, en la zona dominada por Estados Unidos.
Cuando el maestro Soliz Rada dijo esto, a mí inmediatamente me vino a la mente el Consenso de Washington. Porque curiosamente después del Consenso no hubo más, salvo excepciones, golpes de Estado a través de los ejércitos nacionales. Porque el Consenso estableció, entre otras cosas, el respeto a las democracias. Entre otras cosas, también definió como una aspiración del Consenso la idea del Libre Mercado, pero –sin duda– el corolario de esta reunión fue la decisión –no escrita– de imponer ese Libre Mercado a través de otros medios. Ya sin poder recurrir a los ejércitos nacionales, “la manera de hacer los golpes de Estado sería a través de los medios de comunicación”, con la influencia que puedan tener sobre los legisladores, sobre las Cortes Supremas de Justicia, sobre los políticos en general. Y eso lo hemos visto en Honduras. El derrocamiento del presidente electo democráticamente no fue el resultado de un golpe militar; los militares entraron en escena después para reprimir. El golpe fue un golpe civil, donde los medios de comunicación tuvieron un papel decisivo y arrastraron a parte de la opinión pública, de los legisladores y de la Corte Suprema.
Es una nueva forma del Imperio de hacer pie en nuestros territorios de América Latina. ¿Y cuál es el propósito? Hoy ya no tienen vigencia, aparentemente, los golpes con las armas. Los instrumentos que hoy existen permiten proceder de otra manera, más sutil, no menos cruenta –a veces– pero sí, más disimulada. Hoy vamos hacia un reordenamiento mundial donde el vencedor de la guerra tiene que tener la capacidad suficiente de influenciar en las poblaciones y en los protagonistas principales de las poblaciones y de los países para torcer el rumbo de esos países en beneficio del Imperio.
Es, en esta nueva lógica, como decía Walter Friedman: “Hagamos que lo que es políticamente imposible se haga políticamente inevitable”. Y para esto es necesario crear una situación de caos y desorientación, de manera tal que la población termine diciendo: “Salgamos de esto a cualquier costo”. ¿Y cual es el costo? El costo es el dominio de nuestros recursos naturales estratégicos a través de gobiernos complacientes que no son producto de golpes militares ni, aparentemente, el resultado de violaciones a los derechos del pueblo.
Hace muy poco leí que América Latina, y Suramérica especialmente, es el único lugar del mundo que tiene la capacidad de autosustentarse energéticamente. Estamos sentados, en cuestiones de energía, no sólo en el petróleo y el gas, sino también en la minería, con minerales estratégicos de primera importancia, sobre una montaña de riquezas que no hay en otros lugares del mundo. No solamente el oro y la plata, sino también y especialmente el litio, hoy componente de la mayor parte de los instrumentos de electrónica. Y litio hay en muy pocas partes del mundo. Hay en Bolivia, en Argentina y Afganistán, que es el mayor productor.
Es conocida la existencia del oro que está siendo explotado en casi toda América Latina, pero también es importante la extraordinaria biodiversidad de la Amazonia, que no hay en ninguna otra parte del planeta.
También hay que mencionar el agua, que según dicen los que conocen constituye el 30 por ciento del agua potable del mundo. Y en el mundo hay más de mil millones de personas sin agua potable. Por si esto fuera poco, acaba de descubrirse en el norte de Brasil, en la zona del Amazonas cercana al Océano Atlántico, el Acuífero de Alter do Chao. Es tan grande como el Acuífero Guaraní, pero en un territorio más acotado. El Acuífero Guaraní es suficiente como para darle agua potable a toda la población del mundo durante doscientos años. Así que hay que imaginar que sería el Acuífero Guaraní más el de Alter do Chao. Hay que imaginarse –también– la voracidad que despierta en los ricos y poderosos del mundo esta riqueza.
Según algunos estudios, la cuenca petrolífera de las Malvinas tiene a una profundidad mayor de la que se suponía, potencialmente, la posibilidad de dar 90.000 millones de barriles de petróleo. Y esto convertiría a la zona en la tercera en cantidad de petróleo explotable en el mundo.
¿Por qué el Imperio con sus largos brazos quiere hacerse de todos estos recursos? Porque el poder en el mundo en el futuro no está en el desarrollo de las armas nucleares sino en la posesión de estos recursos estratégicos naturales. Por eso la causa de las Malvinas no es solamente de los argentinos, es una causa de América Latina. Los argentinos estamos comprometidos con la defensa de los recursos naturales de nuestros países vecinos, nuestros países están en proceso de integración regional y también tienen el compromiso de defender los recursos petroleros de la Argentina en las Islas Malvinas.
Estamos en un proceso de integración, que es el único instrumento capaz de ponernos en el mundo a la altura de los más ricos y los más poderosos para poder sentarnos en la misma mesa a negociar. Ninguno de nuestros países, ni siquiera los más grandes como Brasil, tiene la posibilidad de negociar con éxito, independientemente de los demás, frente a los países más poderosos del planeta, los países del hemisferio norte con Estados Unidos a la cabeza. Por eso es que están floreciendo en el mundo todos estos intentos de integración regional.
Desde hace tiempo se han venido realizando esfuerzos importantes, particularmente en América Latina, para concretar esta integración. Y no quiero mencionar solamente el Unasur, que es indudablemente un intento muy importante de integración, pero aún está en sus comienzos. En muchos de los que intentan construir el Unasur está la idea de que el Unasur tendría que terminar remplazando a los otros proyectos subregionales como el Mercosur y el Pacto Andino.
Yo formo parte de la Comisión de Educación del Mercosur por la CGT argentina y tengo una experiencia interesante, que me sorprendió. Como parte de esta Comisión, nos invitaron a las reuniones de los ministros de Educación del Mercosur y cuando asistimos estaban también los ministros de Colombia, Venezuela y Perú, que no pertenecen al Mercosur. Ellos iban y siguen yendo. Esto es sumamente interesante porque pone en evidencia que hay un gran interés en todos nuestros pueblos en el tema de la integración. Es como si todos se hubieran dado cuenta de que, más allá de los intereses diversos que hay en toda la América Latina, es necesario que nos unamos, porque sino somos presa fácil de cualquier condicionamiento externo y, en este caso particular, del Imperio del hemisferio norte.
Pero también hay otros intentos interesantes de integración dentro de la Unasur. Hay una integración de carácter energético que va más allá de América Latina y abarca también el Caribe. Y esto ya lleva algunos años, desde el 2004. Hay un intento de Consejo de Defensa de Suramérica, que ya ha comenzado a funcionar plenamente y ha establecido las bases de una defensa integral del territorio latinoamericano, con relaciones y pactos entre países de América Latina sobre temas muy concretos. Y hay también acuerdos de carácter económico y social que van avanzando
Desde el punto de vista sindical estamos creando una serie de instituciones de carácter latinoamericano para defender nuestros intereses, entre ellos especialmente nuestros recursos naturales. Y lo que debo hacer notar, con mucho dolor de mi parte, es que no tenemos una organización sindical latinoamericana que se sume a los esfuerzos de la integración regional con el mismo propósito con que se han unido los sectores políticos, empresarios y sociales para defender estos intereses regionales.
Por eso quiero hacer un llamamiento. No es que el sindicalismo haya abandonado este propósito; en la práctica hay un interés muy grande en la defensa de América Latina como región en todos los sindicatos. Nosotros tenemos mucha experiencia en esto, hace treinta años que recorremos América Latina y lo sabemos. Y conocemos cómo ha ido variando el criterio de nuestros hermanos latinoamericanos y cómo ha ido variando nuestro propio criterio. Las hipótesis de guerra de nuestro país se elaboraban con relación a nuestros vecinos: nos iban a invadir los brasileros, los chilenos. Hay un estudio de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura sobre cómo se enseñaba historia en todos los países de América Latina. Y en los textos es notable ver cómo se impulsaba la desconfianza sobre nuestros vecinos. Esto está documentado. Hace treinta años yo lo palpé, lo viví personalmente, pero hoy ha cambiado; es distinto.
Todos los pueblos latinoamericanos son concientes de la necesidad de nuestra unión. Y cada vez hay más esfuerzos en cada uno de nosotros, y no solamente de los sectores académicos sino también de los sectores del trabajo, para ver de qué manera podemos resolver el problema de nuestra integración para defender con mayor éxito nuestros intereses.




(*) Director del Instituto Pedagógico Latinoamericano y del Caribe (IPLAC), Secretario de Interior del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP), secretario de Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC).

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