23 de noviembre de 2010

Julio Piumato


30 de septiembre
Panel III
Expositor: Julio Piumato


Quiero felicitar a la organización de este encuentro, porque como bien lo expresaron Lázaro Rojas y Andrés Rodríguez, la causa de Malvinas es una causa de la Patria Grande. Y también lo es la causa de la Antártida, otro gran desafío que tiene implicancias muy similares, con la diferencia de que la Antártida se plantea como una zona internacionalizada, pero donde las potencias tienen las mismas intenciones que manifestaron en 1833 cuando tomaron Malvinas. La cuestión de la Antártida es una cuestión suramericana, es una cuestión de la Patria Grande.

Esto lo dijo hace varios años en la Confederación General del Trabajo, Luis Alberto Moniz Bandeira, ese gran pensador brasilero, cuando precisamente hicimos un encuentro sobre Malvinas y la Antártida. Dijo que hasta que no unamos Suramérica va a ser muy difícil hacer valer los derechos de los pueblos suramericanos sobre Malvinas o sobre la Antártida. Y en este sentido, creo que no sólo en nuestra Patria Chica de Argentina sino también en nuestra Patria Grande, la causa de Malvinas tiene que ver con el proyecto nacional y popular.

Hoy podemos decir que todos nosotros nos hemos criado y vivido teniendo incorporado el concepto de que las Malvinas son argentinas. Pero no es un tema que viene desde siempre; es a partir de la irrupción del peronismo como movimiento liberador en la Argentina que la cuestión de Malvinas y la cuestión de la Antártida empiezan a hablarse en los planes de estudio de nuestros colegios.

Fue el gobierno de Perón que con una política nacional desarrolló todas esas cuestiones. Y, como bien decía Andrés Rodríguez, no se planteó una expedición armada para tomar las Malvinas sino que estableció el tema con la estrategia del peronismo, con organización y con tiempo. Primero, que todos los argentinos sintiéramos que era el primer paso para que fuera una causa nacional. Después, había que internacionalizarla.

Y todo se transformó, más allá de los gobiernos y políticas imperiales, en una causa latinoamericana. Porque más allá de todos los intentos de separarnos, cuando se produjo el hecho bélico de Malvinas en 1982, lo decía el compañero Lázaro Rojas, reaccionaron los trabajadores en Paraguay. Pero esto pasó prácticamente en todos los países de América Latina, que sintieron que no estaban agrediendo a la Argentina sino que estaban agrediendo al conjunto de los pueblos latinoamericanos.

Evidentemente si hay oposición a este proyecto, que es un proyecto nacional y popular, quiere decir que existe otro proyecto de país que no es nacional ni popular. Ese proyecto dependiente, ese proyecto de las elites, siempre trató de eliminar la cuestión de Malvinas de toda la cultura del pueblo, de desandar el camino que había construido el peronismo.

Si pasó lo que pasó después de la guerra, fue por la resistencia popular, que colocaba en seria dificultad a la dictadura militar que ya había perdido a su estratega principal, el ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz, y ya se debatía en un devenir sin demasiado rumbo.

Lo que menos había en el general Galtieri era la voluntad de tomar realmente una causa nacional. Era una salida para zafar de la presión popular. Por eso el anuncio de la recuperación fue dos días después de una represión tremenda que sufrieron, precisamente, los trabajadores argentinos. Y por eso, aunque parezca contradictorio, esos mismos trabajadores que habían sido apaleados se ofrecieron para ir pelear cuando se enteraron del desembarco. Se podría decir que “es un caso para el psiquiatra”, pero no, es que Malvinas es una causa nacional más allá de quien conducía. Yo estaba preso en ese entonces, y la mayoría de los presos nos anotamos como voluntarios en todas las cárceles del país.

Hace poco tiempo, tres o cuatro años, desclasificaron los documentos secretos en Estados Unidos, y nos enteramos cómo había sido toda la génesis. El problema con Estados Unidos –y con todos los imperios– es que, por más que tengan amigos, tienen intereses nacionales que están por encima de las amistades. Si bien el gobierno estadounidense era amigo del gobierno inglés, los ingleses no les dejaban meter un pie en las Malvinas. Y ellos necesitaban Malvinas porque volvió a ser, en el diseño del mapa estratégico mundial, un lugar clave a causa de lo endeble del Canal de Panamá y porque el control del paso interoceánico quedaba en el Atlántico Sur, donde Estados Unidos no tenía ninguna base y necesitaba poner un pie. El mecanismo fue usar a los militares argentinos.

De paso les venia bien porque como la oligarquía argentina nunca tuvo patria y hoy plantea el acuerdo comercial con China, en aquel momento tenía un acuerdo con la Unión Soviética para venderle granos. El general Viola y el ministro Martínez de Hoz habían pensado comprar armas al ejercito soviético y necesitaban hacer un “cambio de fichas” dentro de la dictadura.

La condición que puso Galtieri fue acordar una salida elegante, que era Malvinas. El negocio era llegar a Malvinas, saltar un poco el lío, retirarse y establecer una administración tripartita entre el Reino Unidos, Estados Unidos y Argentina. Esto es lo que dicen los documentos secretos de Estados Unidos. Con una administración tripartita, Estados Unidos conseguía poner una bandera norteamericana en las islas y tener un pie en ese lugar estratégico del Atlántico Sur.

Claro que la reacción de Margaret Thatcher fue tremenda. El ejército hizo un último intento en el viaje del secretario de Estado Alexander Haig, pero no había vocación, porque teníamos aquí a los representantes de los bancos suizos, teníamos al ministro de Economía y ministros de Relaciones Exteriores que jugaban para el enemigo. A los capitales ingleses ni los tocaron. Había que afectar los intereses económicos del enemigo, pero acá los dejaron seguir trabajando muy cómodos; es decir, no hubo intención de hacerlo. Y cuando todo terminó, los compañeros que lucharon en Malvinas fueron recibidos casi a escondidas en la Argentina por la dictadura en retirada.

Pero lo que vino después fue peor, porque impusieron lo que tanto hemos criticado: la desmalvinización de la política. El 14 de junio de 1982, el día que llegaba el Papa, se publicó en Clarín un artículo en el que quedaba clara la visión que se planteaba para las Malvinas de ahí en más, que era la de desmalvinización. Era un artículo a doble página en la sección editorial y la firmaba Raúl Alfonsín. Cuando lo leí, me dije: “Este tipo va a ser el próximo presidente argentino”. Yo los invito a leerlo porque ahí queda claro y es lo que hizo él. No mintió, ¿no?

Lo mismo pasó con el gobierno siguiente: había que borrar la cuestión de Malvinas. Y con la suspensión del misil Cóndor se eliminaron nuestros planes estratégicos en materia de misilística y fuimos para atrás con el tema de energía nuclear. Todas imposiciones del Imperio. Y una de ellas era quitar de la educación de los argentinos la causa de Malvinas, también desandar ahí lo que había construido el peronismo.

Pero no lo consiguieron, como tampoco consiguieron extirpar al peronismo desde 1976 hasta la fecha, a pesar de que utilizaron todos los mecanismos habidos y por haber. Si empezamos desde 1955, con bombardeos, fusilamientos, persecuciones, represión, las primeras desapariciones, a partir de 1976 fue la dictadura el genocidio, perseguir fundamentalmente a los trabajadores, porque eran la columna vertebral del peronismo y los que garantizaban un sistema político, económico y social en la Argentina. Entonces había que destruirlo. Y la forma de acabar con las organizaciones sindicales era destruirlas desde su base, fundamentalmente con los delegados, encarcelados y asesinados. Pero no nos pudieron vencer.

Después vinieron con el liberalismo y para avanzar había que destruir al peronismo, “el hecho maldito”, como decía John William Cooke. En los últimos meses de la presidencia de George Bush en 2008, la secretaria de Estado Condolezza Rice definió los populismos “buenos” y los populismos “malos”. Uno piensa en el general Manuel Noriega y en Saddam Hussein, formados por ellos. A Noriega, cuando les convino lo capturaron, lo subieron a un avión y lo metieron preso en Estados Unidos. A Hussein lo usaron para atacar a Irán y años después destruyeron Irak. Pero esos deben ser los populismos “buenos”, porque cuando Condolezza Rice habló de los populismos “malos” uno esperaba que mencionara al comandante Hugo Chávez, pero no, mencionó a Perón. ¿Cómo? Perón había muerto hacia 34 años, porque esto fue en 2008.

El peronismo es el hecho maldito de la política en América Latina. Por eso lo pusieron como ejemplo del “eje del mal”. La dirigencia de derecha no tiene propuestas en la Argentina. Deambula, carece de discurso. Los que van a la carga son los dueños de los grandes medios de comunicación.

Tenían que destruir al peronismo y al movimiento obrero en Argentina. Era imperioso, no sólo por lo que significa en Argentina en la cultura del pueblo, sino por el ejemplo que es para el resto de América Latina. El peronismo es una experiencia histórica que le permite a los movimientos sindicales en América Latina tener referencias, como ha pasado en muchos países donde han ido copiando cosas por esa trascendencia que tiene el movimiento sindical argentino. Como decía Perón, el movimiento sindical tiene tres funciones. Mas allá de la reivindicación gremial y de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, tiene que participar en la discusión del modelo social, tiene que hacer política. Y hacer política es pensar la Argentina en todos sus aspectos, incluyendo todo su espacio físico. Eva Perón decía que “en donde está un trabajador esta la Patria” y ése es el concepto que enraíza nuestro pensamiento respecto a la causa de Malvinas.

En la medida que nos fortalezcamos como pueblo, en ese sentimiento colectivo que implica compartir nacionalidad, intereses y valores, construiremos la Comunidad Organizada de la que hablaba Perón. Nadie se realiza sin una comunidad. Nos quisieron destruir, nos golpearon, nos han hecho retorcer, pero no nos destruyeron. Nos podaron de la forma más tremenda, pero no lograron arrancarnos las raíces, y ahora está surgiendo todo de nuevo. Y en ese surgir, la causa de Malvinas tiene un valor especial. Sabemos que el camino no es el de las armas, pero en Malvinas tenemos la sangre de muchos compatriotas, héroes nuestros que dieron su vida por una causa justa, y eso nos compromete mucho más. Eso es lo que les preocupa a ellos. Cuando hay parte de uno en esas islas, en esas cruces, en esos restos que anidan allí, creo que no hay vuelta atrás.

Tenemos que organizarnos, ser muchos y sentirnos más fuertes, porque el enemigo no está derrotado. Está muy preocupado porque no encuentra la forma para reordenar un mundo que marcha a la multipluralidad, al continentalismo, como diría Perón. Y la Unión de Naciones Suramericanas, este eje que se armó en América Latina entre Argentina, Brasil y Venezuela, y que permitió que florecieran experiencias como las de Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Pepe Mujica en Uruguay y Fernando Lugo en Paraguay, va marcando otro ritmo. Perón, cuando hablaba de esa América Latina unida, decía que la experiencia argentina demostraba que un país podía liberarse, pero el problema era mantenerse. Y para mantenerse tenía que estar unido a otros países hermanos, con el mismo sueño de los patriotas de la independencia.

El primer paso es la unión de Suramérica. La Unasur avanza, con dificultades pero avanza. Perón decía que cada país tiene su historia y sus formas de hacer la revolución, y cada uno debe respetar la experiencia del otro. No podemos trasplantar ni pretender que lo que pasa en Brasil con Lula sea idéntico a lo que es el peronismo en Argentina, ni que sea parecido a lo que pasa en la Venezuela de Chávez. Las realidades de los pueblos fueron diferentes en estos doscientos años de historia. Pero en esta lenta unidad respetando las cuestiones de otros, como decía Perón, está el camino para que el colonialismo desaparezca de nuestra Suramérica y, con el tiempo, de nuestra América Latina.

También está ese proyecto –que yo corregí y tiene media sanción– de volver al mapa bicontinental. Ese mapa con Argentina hasta el Polo Sur también lo instaló el peronismo. Nos da una visión de Suramérica integrada y uno toma conciencia, viendo ese mapa, de lo fundamental que son desde la geopolítica las Islas Malvinas y las demás Islas del Atlántico Sur.

Malvinas tiene que ver con la causa nacional y con la causa latinoamericana. Y como los trabajadores argentinos estamos tan comprometidos con esas causas, Malvinas es una causa de los trabajadores y es una causa, como se ha visto en este panel, de los trabajadores de Latinoamérica. Los compañeros que dieron su vida se lo merecen y nosotros tenemos que trabajar para eso. Muchas gracias.

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