23 de noviembre de 2010

Jorge Arias


29 de Septiembre
Panel 1
Expositor: Jorge Arias

Buenos días a todos los presentes y bienvenidos a nuestra Universidad, en particular a los colegas de los países vecinos.  Para poder abordar el tema que hace a la mesa, me pareció oportuno trabajar desde un enfoque que se posicione sobre algunos aspectos de la historia de las relaciones internacionales latinoamericanos.

El conflicto, que es un conflicto de larga data, un conflicto de corte colonial en 1982, a partir del conflicto de la guerra, entra en un proceso con una dinámica totalmente distinta que reconoce antecedentes y mecanismos diversos de tratamiento, posiciones evidentemente no consensuales entre los dos contendientes, que ha derivado efectivamente en la no resolución de un problema que para los argentinos supone un reclamo legítimo por parte de una potencia usurpadora. Y por otro lado, pensar esto desde la perspectiva de una organización nueva, como UNASUR, nos obliga también a buscar elementos que hagan por un lado a tendencias en el funcionamiento de las relaciones internacionales de la región y en otro sentido a posibles perspectivas.

La Guerra de Malvinas no encaja en ningún patrón de conflicto de aquellos que habían afectado a la región según las perspectivas de ciertos analistas internacionales. No encaja en un tipo de conflicto este-oeste típico del esquema bipolar derivado del orden de la segunda posguerra. Pero tampoco dadas las características del régimen autoritario argentino se inscribiría en un conflicto de norte-sur.

Esta situación derivó en un incremento del aislamiento internacional de la Argentina luego del conflicto, lo cual ha expresado la dificultad de que los gobiernos democráticos desde 1983 hasta la fecha, aún con estrategias disímiles, han debido enfrentar para posicionar el tema Malvinas en los foros internacionales.

Si uno refiere al contexto del sistema internacional al momento del conflicto la actitud de la comunidad internacional frente a la Guerra Malvinas presenta algunos datos que no debiéramos obviar.

La actitud homogénea del Consejo de Seguridad rechazando la actitud argentina no hace más que representar la estratificación jerárquica del sistema internacional. La actitud de las grandes potencias, y estoy pensando en un escenario de abril o mayo de 1982, ha sido evitar todo efecto o demostración, sobre todo para aquellas que disponían de intereses insulares transcontinentales y que tenían posesiones de tipo colonial, la posición de los países en desarrollo, mientras que en los países en desarrollo de otras regiones se observa incluso cierta desconfianza respecto  de la posición de un país como la argentina que había manifestado de manera casi obsesiva su afirmación de alineamiento con el bloque occidental y cristiano, y su no identificación con sus orígenes históricos y con las condiciones esenciales del tercer mundo; menos aún con el bloque de países no alineados. Nicanor Costa Mendes Canciller de la Argentina en diciembre de 1981 y marzo de 1982 refuerza estos conceptos.

Frente a esto, la posición de los países latinoamericanos, que contrasta con la de otros países en desarrollo de otras regiones del mundo, aún cuando en América Latina la Argentina tenia posiciones como en Centroamérica de clara intervención directa o indirecta con el apoyo a grupos como los Contras y el apoyo a la estrategia de  lucha antisuversiva que planteaba la administración de Reagan sobre el conflicto centroamericano.

En el marco del sistema internacional, lo que observamos es un sistema que afianzaba las conductas rígidas de la Guerra Fría. El conflicto Malvinas es la única guerra convencional desde la guerra entre una potencia sudamericana y otra europea occidental. Y tiene como resultado la inducción a la fractura de una relación de benigna indiferencia entre los esquemas de seguridad colectiva occidentales. Tanto el caso del TEAR como de la OTAN, y obliga a Estados Unidos, potencia hegemónica de la región a optar por prioridades radicales entre socios asimétricos, por supuesto escogiendo al más poderoso y tradicional.

Esta situación que podría describir aspectos del funcionamiento del sistema internacional contrasta con la posición que se da en la región respecto al apoyo de la situación argentina. No se corresponde con la actitud de los países latinoamericanos que, mas allá de algunos cambios de posición, mantuvieron su apoyo al reclamo argentino. No obstante el afirmar esto, no impide observar que el conflicto de Malvinas demostró en ese momento que la región, a diferencia de la Comunidad Económica Europea carecía de capacidad de respuesta inmediata y orgánica apropiadas para responder a las acciones coercitivas de terceros actores.

¿Por qué América Latina manifiesta un comportamiento diferencial respecto al tema? Los pueblos de América Latina se consideran parte de un mismo colectivo. Es decir, desde distintos enfoques se ha aportado en la región a una construcción identitaria. Esta posición en general es criticada por idealista o utópica, pero no ha sido menos influyente en el posicionamiento internacional de los países de la región por cuestiones que luego voy a mencionar.

Requeriría mucho tiempo formular en detalle cómo se articula este pensamiento en la región que contribuye a ese reconocimiento a conformar parte de un mismo colectivo. Podemos tomar algunas referencias como las iniciativas de Bolívar, de Monteagudo, de San Martín, del mismo Juan Bautista Alberdi, con perspectivas distintas pero que refieren a la necesidad de construir espacios cooperativos entre los países de la región.

Esto propiamente en el siglo XIX, hacia principios del siglo XX la intelectualidad influencia por el pensamiento tanto modernista como romántico da lugar también a posiciones de construcción identitaria, algunas que confluyen en el campo de la literatura, otros en el campo del ensayo y otros en posiciones claramente políticas. Aquí tenemos un colega que puede dar cuenta de la influencia del pensamiento de Rodó en esta construcción identiraria latinoamericana.

Esto aparece también en el campo de la política y en el pensamiento y posiciones de corte netamente antiimperialista en los primeros veinte años del siglo XX. Y por supuesto, a medida que el siglo XX evoluciona posiciones de corte más políticas que definen la necesidad de la construcción de espacios cooperativos e integrativos y el reconocimiento de problemas comunes. En este sentido encontramos políticos como Víctor Raúl Haya de la Torre, Juan Domingo Perón, entre otros.

Algunos autores también sitúan la influencia de lo que seria el ámbito de la reflexión económica o de las ciencias sociales, y particularmente la misma influencia de la CEPAL, en línea con la construcción o fortalecimiento de esta idea de pertenencia a un mismo colectivo.

El reconocimiento de esta identidad no necesariamente deviene en integración. Pero es evidente que el reconocimiento de esta identidad contribuye a generar espacios integrativos y cooperativos. Aún no deviniendo en integración, la región manifiesta un comportamiento muy interesante porque frente a amenazas o agresiones externas, la región tendió a dar siempre una respuesta común y en gran parte coordinada. Estoy refiriéndome por ejemplo a la intervención francesa a México, a la amenaza española a Perú y Ecuador, al bloqueo a Venezuela, al conflicto con Estados Unidos por el canal de Panamá. Y por supuesto a la Guerra de Malvinas

La respuesta latinoamericana podría entenderse como una hipersensibilidad derivada de una auto percepción de vulnerabilidad de la propia región de la intervención extranjera, a la sobrevivencia de enclaves coloniales o neocoloniales o a las practicas de intervención directa o indirecta que han tenido lugar desde el siglo XIX en adelante y que, evidentemente se encuentran presentes en la memoria colectiva.

América Latina refleja aspectos de una historia cultural común y la conciencia de una identidad regional que evidencia un comportamiento internacional diferenciado. Y esto, conviene aclarar sobre todo para quienes trabajamos en estudio sistemático de las relaciones internacionales. Se habla de la anomalía sudamericana, y hay escuelas de relaciones internacionales en el mundo, muy relevantes, que se han dedicado a estudiar esta situación de la anomalía latinoamericana. ¿Que supone esto? Supone que la región ha manifestado históricamente un comportamiento, en contraste con otras regiones del mundo, de baja conflictivilidad, escasas guerras entre los países de la región, y niveles muy eficientes de resolución de esos conflictos. La América Latina tiene muy pocas guerras, incluso cuenta la experiencia del siglo XIX y del siglo XX, y en general dispone de mecanismos muy eficientes de resolución de conflictos, cuyos antecedentes hay que buscarlos en la propia experiencia latinoamericana, en su comportamiento diplomático, en la elaboración del derecho internacional, en la propuesta al conjunto del derecho internacional, y evidentemente en una mancomunidad no solo de intereses, sino de valores en torno a como pensar la paz.

Esta identidad regional, que evidencia un comportamiento internacional diferenciado, está centrada según José Paradiso en la tradición unificadora que ha trascendido a lo largo de la historia latinoamericana en un sistema regional o hemisférico institucionalizado. Y estoy refiriéndome al sistema interamericano en el cual participa Estados Unidos, pero donde sin embargo América Latina ha fijado posiciones permanentemente criticas a la intervención y a la necesidad de vigencia de derecho internacional.

Y en tercer lugar, a lo que antes referí, a la identificación precisa de formas y métodos de abordajes de la conflictividad. Esto concluye en lo que antes mencionábamos: los rasgos de la singularidad latinoamericana: pocas guerras y efectivos mecanismos de resolución de conflictos y controversias en el plano  intraregional.

La situación de Malvinas genera una serie de consecuencias. La primera es la percepción de incremento de la vulnerabilidad regional y el deterioro de los marcos de relación tradicional con el sistema internacional se perciben como amenazas al desarrollo y a la seguridad colectiva de la región. En materia de seguridad internacional y regional, el conflicto pone en duda la validez de las instituciones encargadas de asegurar el mantenimiento de la paz y de la justicia. Se da una absoluta pérdida de credibilidad del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, que es un mecanismo de seguridad colectiva derivado y yo diría, tomado del esquema del bipolarismo rígido de posguerra. Un instrumento de seguridad propio de la Guerra Fría, inapropiado para el tipo de conflicto que supone la Guerra de Malvinas. Esto muestr las dificultades y la incapacidad de la OEA para hacer frente a situaciones de este tipo, sobre todo dadas las condiciones del actor predominante que son los Estados Unidos y la influencia que tiene sobre esa organización hemisférica.

Y a pesar de eso, esto contrasta con la experiencia de América Latina que tiene capacidad de reacción frente a la situación de conflicto, Porque a mi entender, dispone de probadas referencias e indicadores respecto a como descomprimir una situación de tensión y de conflicto. En definitiva, la guerra derivó en una profundización y afianzamiento de iniciativas y acciones cooperativas y pro integracionistas.

La guerra de Malvinas es un catalizador, no el único por supuesto, hay otros problemas. La Guerra de Malvinas es contemporánea por ejemplo a la crisis de la Deuda Mexicana. Pero es uno de los catalizadores más relevantes que impulsa la crisis del sistema interamericano y que afectará el desarrollo de las relaciones internacionales de América Latina, propendiendo a la búsqueda de nuevas formas de cooperación y concertación regional. Por ejemplo, el grupo de Contadora, el grupo de apoyo a Contadora, el grupo de Cartagena, el grupo de los Ocho, el grupo de Río; y por supuesto, el estímulo a los acuerdos Argentina-Brasil que derivarían en el MERCOSUR.

El reforzamiento de los mecanismos integracionistas en Centroamérica y la revisión en torno a los mecanismos integracionistas en la región Andina, iniciativas manifiestan una creciente percepción acerca de la vinculación entre el lanzamiento de problemas y, al mismo tiempo, de la creciente politización de los mismos.

La UNASUR es el resultado de la evolución de estas perspectivas cooperativas en el marco de una coyuntura favorable para la región. Cambios con indicadores en los flujos de comercio internacional, el reequilibrio de los sistemas de poder a nivel global, el consenso intraregional en torno a  la afirmación de una conciencia integracionista, elemento común evidentemente estimulado por cierta convergencia de gobiernos que presentan perfiles afines; Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela, Uruguay; aún con sus diferencias y más allá de las diferencias ideológicas que se dan entre estos países y entre otros países; la UNASUR manifiesta la voluntad de una construcción de una organización de nuevo perfil.

Desde su creación el 28 de mayo de 2008 en Brasilia, el protocolo de la UNASUR fue ratificado por Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Guayana. Para la vigencia plena de la unión, el tratado constitutivo debe ser aprobado por al menos los restantes 9 países para su para su funcionamiento pleno. Aún no lo han hecho Paraguay, Brasil, Colombia, Uruguay y Surinam.

Más allá de las diferencias de los modelos de inserción en el sistema internacional que puedan manifestar los distintos actores que participan del UNASUR, la acción de esta organización se sustenta en la tradición, y esto quiero reforzarlo, de una región acostumbrada a la resolución pacífica y multilateral de las controversias y los conflictos, que permite a algunos analistas citar y estudiar a América Latina como zona de paz. Aquí se hizo referencia al Consejo de Defensa Sudamericano. En su normativa el Consejo plantea estrictamente y claramente que es un organismo dirigido a consolidar a la UNASUR como zona de paz, aún siendo un esquema de seguridad colectiva.

Si bien la región ha dado ejemplos de iniciativa en materia seguridad que se articulan culturalmente, esto se sustenta en lo que llamamos la cultura sudamericana de la paz. Aquí se ha mencionado también las acciones desarrolladas por UNASUR en el caso del diferendo Colombia-Venezuela, donde la han transformado en una protagonista. Pero es cierto también que el conflicto de Malvinas plantea un desafío de otro tipo. No se trata solo de reconocer una historia común sino un presente y de un futuro compartido. Esto es el espacio sobre el cual debe trabajar la UNASUR.

La integración sudamericanaza ha tenido un fuerte estímulo a partir de la emergencia de una multiplicidad de liderazgos, que no necesariamente responden al mismo signo ideológico pero si reconocen a un consenso común respecto a como concebir la cooperación entre los miembros de la comunidad y a los límites de como pensar su desarrollo y en este caso su seguridad de forma endogámica.

La UNASUR tiene la particularidad de ser un organismo de bloque; no una parte del bloque sudamericano, como puede ser el pacto Andino o el MERCOSUR que agrupan a algunos países de la región. Es una institución de carácter político de integración de los países de la región y de integración en la diversidad. La idea no es trabajar en una organización que sea homogénea en su ideología. La UNASUR es un organismo político y en este sentido modifica la perspectiva instalada por el consenso liberal de los 90, que había instalado el funcionamiento de los organismos por los mercados que suplantaban a los gobiernos. Por lo tanto es un organismo que revaloriza la centralidad del Estado como actor central en su construcción.

Han hecho referencia a la Declaración de Cancún, y yo creo que es un hito importante. Argentina ha dado un paso importante para latinoamericanizar y suramericanizar su reivindicación de Malvinas consiguiendo que todos los países de América Latina y el Caribe, y como aquí se hizo referencia, países del Caribe de habla anglófona muchos de ellos fuertemente vinculados por intereses a Gran Bretaña, ha logrado la Argentina que condenen la usurpación británica y su intento por apropiarse de la riqueza petrolera malvinense.

Y aquí quiero citar a mi amigo y colega Marcelo Gullo, quien ha escrito en un foro hace algún tiempo: “con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el 1 de Diciembre de 2009, Gran Bretaña logró que nuestras Islas Malvinas formaran parte de la región ultra periférica de la Unión Europea. Así los 27 miembros de la Unión Europea se hicieron cómplices y garantes de la usurpación de las Islas Malvinas. Gran Bretaña logro de esta forma europeizar la cuestión Malvinas, por lógica consecuencia, la única estrategia posible para Argentina desde ese momento consiste latinoamericanizar y suramericanizar el tema Malvinas, para que las Republicas latinoamericanas se conviertan en activas protagonistas en el proceso de recuperación de la soberanía argentina sobre las Islas del Atlántico Sur. Sin embargo es preciso pasar de forma inmediata de la solidaridad declarativa a la solidaridad efectiva. Pasar de las palabras a los hechos. Para Argentina resulta imprescindible elevar los costos de la ocupación británica de Malvinas y dificultar todas las actividades económicas que los ingleses decidan emprender en el archipiélago o en sus aguas adyacentes. Este es el objetivo táctico que debe guiar como principio absoluto de acción la política Argentina con respecto a Malvinas. Es en este sentido que Argentina necesita del apoyo efectivo de todas las repúblicas latinoamericanas. Pero fundamentalmente de tres de ellas: Uruguay, Brasil y Chile. Que todas las medidas tomadas por Uruguay, Brasil y Chile sean también adoptadas por UNASUR.”

El conflicto de Malvinas requiere que UNASUR consolide su posición como actor de la comunidad internacional. Somete a UNASUR a una prueba distinta. Pero Argentina también debe enfatizar su estrategia en el marco de UNASUR y en otros organismos y foros internacionales. Frente a esto, el Reino Unido de la Gran Bretaña ha sido indiferente al llamado generalizado de las múltiples instancias de la comunidad internacional. Se rehúsa de modo sistemático, persistente e injustificado a reanudar las negociaciones con la República Argentina para poner fin a esta anacrónica disputa a pesar de la voluntad negociadora de la Argentina, estoy parafraseando parte de la exposición del ex canciller Taiana en Naciones Unidas en el año 2009.

La presencia en las Islas Malvinas del mayor enclave militar británico en todo el hemisferio Sur tiene una única justificación. Esta es el control estratégico del Atlántico Sur y la apropiación de sus recursos naturales. Y aquí me parece importante hacer referencia a algo que citó el compañero brasilero. El servicio de geología de los Estados Unidos ha estimado que la plataforma submarina de la Argentina puede contener el doble de las reservas existentes comprobadas en el hemisferio occidental. Se refiere a petroleras y no hace referencia a la riqueza ictivora. Esta potencia extra continental no puede alegar ninguna otra razón en su ocupación ya que la Argentina es un país de larga tradición pacifista a la cual no puede acusarse de estar en carrera armamentista alguna.

Por otra parte, en nuestro país se insiste en declaraciones a los medios, en negar la existencia de toda hipótesis de conflicto externo para la Argentina. Sin embargo el caso Malvinas contiene todos los ingredientes de un caso de manual de hipótesis de conflicto. Existe una controversia de soberanía no resuelta, una base militar que dispone de tecnología militar sofisticada, petróleo, gas, pesca y vocación expansiva marítima territorial por parte del ocupante usurpador.

Y finalmente, Malvinas no ha sido, al menos a mi entender, un tema prioritario en la agenda de la política exterior argentina, más allá de la sistematicidad de las posiciones que han instrumentado los últimos gobiernos a partir del 2003. Se observa más un criterio reactivo que activo en la posición del país en respecto a Malvinas. En la posición Argentina el elemento nuevo aparece cuando hay una acción de la contraparte que se percibe como una amenaza. El rol de UNASUR estará determinado por la relevancia, en definitiva que el país le otorgue al conflicto Malvinas en su agenda de política  exterior. No es solo una responsabilidad de UNASUR.

Finalmente, quisiera formular una autocrítica que tiene que ver en cómo funciona el ámbito académico frente al tema de Malvinas. En este sentido yo diría que el ámbito académico es totalmente refractario a tratar el tema Malvinas, a producir estudios sistemáticos sobre el conflicto Malvinas y sus consecuencias. Es más, hay actores del ámbito académico que proponen en textos escritos desmalvinizar. Por lo cual el ámbito académico es también responsable de esto, y debe asumir una actitud desde lo que supone el rigor del trabajo académico; no el ámbito político que es algo distinto. Pero debe producir estudios que contribuyan a hacer  en este caso lo que nosotros como universidad concebimos: una universidad que produzca trabajos y elabore estudios para atender los grandes problemas nacionales y de la comunidad. Y Malvinas, en ese sentido, debe ser reinstalado como tema. Y de aquí la relevancia y el reconocimiento a que esta universidad, que es mi universidad, haya instalado el Observatorio Malvinas. Porque con conocimiento puedo decir que son pocos los grupos que trabajan el tema Malvinas. Y más allá del fuerte esfuerzo que hacen familiares y veteranos por llevar adelante el tema en los ámbitos educativos pertinentes, prácticamente no hay grupos de estudio sistemático en el ámbito universitario sobre Malvinas.

Entonces yo apelo a la comunidad académica e invito a los compañeros y colegas del Observatorio, y pongo en conocimiento que la universidad en este momento y hasta el 15 de octubre tiene abierta una convocatoria a becas y subsidios para proyectos de investigación, y yo creo que Malvinas debería ser uno de los temas que debería estar incluido en una de las investigaciones.  Es una forma también de devolver al conjunto de la comunidad y a todos aquellos que han puesto su esfuerzo y su convicción en la defensa de este tema.

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