23 de noviembre de 2010

Pestanha

Malvinas: una causa unitiva

Francisco José Pestanha (*)

  
Quiero agradecer a la Universidad Nacional de Lanús en la persona de su rectora, Doctora Ana Jaramillo, por haber comprendido que la Universidad argentina debe albergar en su seno el debate respecto a las luchas y las causas nacionales y populares. En esta Universidad se respira un aire auténticamente popular, y la labor que hoy impulsa su actual gestión en términos comparativos, es similar a la estimulada en su por época Ricardo de Labougle, ex Rector de la Universidad Nacional de La Plata, quién junto a Gabriel del Mazo y otros promovieron la creación de la Cátedra de Defensa Nacional en Universidad de la Plata, cuya inauguración estuvo a cargo de Juan Domingo Perón el 10 de junio de 1944. También puede asociarse tal faena, a la labor desarrollada por Ireneo Fernando Cruz, Rector de la Universidad de Cuyo, quien en diciembre de 1947, convocó a aquel memorable Congreso Internacional de Filosofía que se llevó a cabo entre el entre el 31 de marzo y el 9 de abril de 1949.
Muchos de los aquí presentes albergamos la esperanza que próximamente las disciplinas vinculadas a la defensa nacional, abandonen definitivamente la circunspección de las academias militares para insertarse como corresponde en las instituciones donde ha de desarrollarse la ciencia –es decir– en las universidades.
Por último, quiero homenajear a los grandes maestros del pensamiento iberoamericano en las aquí presentes figuras señeras de Don Pedro Godoy y Don Andrés Solís Rada, y destacar además la presencia de numerosos representantes de las legaciones iberoamericanas.
Tengo por costumbre antes de comenzar cada conferencia el reconocer que no soy aséptico ni pretendo alcanzar la objetividad. Los seres humanos somos en cierto sentido prisioneros de nuestra propia subjetividad, y en ese orden de ideas, no creo que en materia de pensamiento operen la asepsia ni la objetividad. La única virtud a la que debe aspirar un intelectual es la honestidad, valor que nos ubica en el campo de la ética –y en ese marco– les advierto que integro una corriente de pensamiento determinada, que es la corriente del Pensamiento Nacional, definida como una “epistemología de la periferia” por quien fuera el más lúcido pensador que albergara el peronismo, Fermín Chávez, cuyo nombre seguramente iluminará alguno de los pabellones de esta universidad.
Esta corriente o modalidad del pensar que aspira a desarrollar propias categorías para el abordaje de los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales que acontecen en nuestra América –advierto a los mas jóvenes aquí presentes– nunca se organizó ni se institucionalizó, ya que como corriente surgida al calor de la Resistencia, tal institucionalización u organización resultarían contra natura. De más está advertir que pertenecieron a esta modalidad epistemológica, entre otros, Arturo Jauretche, Manuel Ortiz Pereyra, Homero Manzi, Raúl Scalabrini Ortiz, Jorge Abelardo Ramos, Manuel Gálvez, Manuel Ugarte, Fermín Chávez, Leonardo Castellani, Saúlk Taborda, Ciroliano Alberini y Rodolfo Kusch. Señalo, además, que el hecho de que el Pensamiento Naacional no pueda institucionalizarse, no significa que no se constituya en objeto de estudio en las Universidades, ya que en nuestro país dicha modalidad epistemológica desarrollo la matriz conceptual que –durante el siglo pasado– nutrió a los dos grandes movimientos históricos: el yrigoyenismo y el peronismo.
La modalidad del pensar a la que adherimos, nos enseña entre otras cuestiones, que pueblos que han sido sujetos a improntas coloniales, suelen generar en forma natural sus propios modos o mecanismos de resistencia entre los cuales podemos encontrar:
I) La cultura popular
II) Las modalidades epistemológicas alternativas como el caso del pensamiento nacional.
III) Las causas con cierto poder unitivo o causas unitivas o nacionales, las que por su contenido identitario, por su poder convocante o, por su significación histórica, contribuyen a la autoafirmación con respecto al otro. Tal el caso de la causa Malvinas que hoy nos ocupa.
La clasificación que acabo de enunciar no es taxativa y solo orienta hacia la comprensión integral de este mensaje, ya que por ejemplo muy probablemente, pueda englobarse a las modalidades epistemológicas y a las causas unitivas en un amplio concepto de cultura popular.
En nuestro país –en especial– a partir de mediados del siglo XIX, se consolidó en el poder de una elite que se propuso civilizar por la fuerza a los bárbaros propios. Civilizar, como enseñaba Arturo Jauretche, presupuso lisa y llanamente desnacionalizar, engendro que se materializo mediante la importación acritica de ideas, conceptos, valores y productos culturales. Los factores y las razones por que se produjo este fenómeno son innumerables, los matices diversos y las consecuencias variadas. Abordarlos en su integridad escaparían al tiempo asignado a esta ponencia por cuanto dicho análisis quedará para otra oportunidad.
     A esta altura de las circunstancias, no cabe duda alguna que la maniquea dicotomía Civilización o Barbarie acompañó como mandato fundacional a la formación de un nuevo estado con posterioridad a Caseros, dicotomía que por antinatural (ya que los civilizados no eran tan civilizados ni los bárbaros tan bárbaros) determinó la formación de una superestructura opresiva y en tanto alienante.
Para Fermíjn Chávez dicha importación acrítica no sólo generó en el país un “un prejuicio moral y cultural” respecto a nuestras raíces indohispánicas, sino que además a partir de tal influencia, empezó a germinarse dicha dicotomía donde “lo bárbaro” resultó paradójicamente lo propio y “lo civilizado”, lo ajeno. La idea de barbarie empezará a cobrar para nuestro maestro un sentido peyorativo hacia adentro trastornando los supuestos culturales “…hasta el punto de hacerle creer a los nativos que nuestra civilización “consistía en la silla inglesa y en la levita”. Contra esa alineación emergieron, entre otros portentos, una corriente de pensamiento que se desarrolló vigorosamente durante el siglo pasado pero que encuentra nítido arraigo en los siglos anteriores
Fermín Chávez, además, nos enseñó que la resistencia contra dicha opresión alienante emergió desde el llano, desde el pueblo orillero, desde las clases oprimidas, y se expresó como referimos anteriormente, a través de la cultura popular, que es una de las formas de resistencia. Muchos de los nombres que están consagrados en los pabellones de esta universidad como los de Leopoldo Marechal, Cátulo Castillo y Tita Merello, forman parte de esa pléyade de americanos que resistió contra esa idea de “hacer la Europa en América”.
Chávez, por último, nos aleccionó indicándonos como dicha resistencia en el tiempo, fue asumiendo nuevas formas. Para nuestro maestro, por ejemplo, la poesía gauchesca como producto cultural autóctono y resistente, se reencarnó primero a través de tango orillero y luego a través de ciertas versiones del rock, en especial, cuando camadas de jóvenes empezaron a cantarlo en legua propia y a contar cosas nuestras.
A partir del estudio de la cultura popular y de las diversas modalidades que adoptó la epistemología de la periferia, podemos entonces acceder a la visión del mundo de los sectores oprimidos, observar las modalidades que asume la resistencia contra la opresión, y abordar además, la causa malvinera.

La causa unitiva

Más allá del hecho histórico, geográfico y geopolítico de la apropiación ilegitima de Malvinas por parte de un imperio inglés en 1833, creo entender que a partir de tal acontecimiento la cuestión Malvinas fue introduciéndose paulatinamente en el mundo cultural argentino. No es casual en ese sentido que en 1869 de la pluma de José Hernández, un hombre de la cultura y la política argentina, surgiera aquella memorable reclamación publicada el periódico Río de la Plata, nota redactada a raíz de una carta que su amigo Agusto Laserre le enviara luego de recorrer las nuestras islas: “…llamamos la atención de toda la prensa argentina sobre asuntos de tal importancia política y económica” , advertirá como periodista, pero además, como hombre de la cultura, pregonará que “absorberle un pedazo de su territorio, es arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble atentado, porque no sólo es el despojo de una propiedad, sino que es también la amenaza de una nueva usurpación” .
Surgió entonces del mismísimo Hernández, aquél intuitivo luchador que no solamente nos legara la más maravillosa obra de denuncia contra el exterminio de una estirpe, sino también la más importante tentativa de preservación de una dimensión americana, de una cultura y de un acervo vivencial que fue el Martín Fierro, la primera advertencia significativa. Juan Domingo Perón sostendrá alguna vez respecto a Hernández: “Cantó las necesidades del pueblo que vive adherido a la tierra. Todavía no se ha cumplido para el pueblo argentino la invocación de grandeza y de justicia que el Martín Fierro enseña”.
La causa Malvinas, como sostuvimos precedentemente, fue introduciéndose en la cultura popular argentina a modo de herida abierta, reapareciendo de tanto en tanto mediante las mas diversas manifestaciones culturales. Comparto con Jorge Abelardo Ramos la sentencia que afirma que la cuestión Malvinas “resulta incomprensible por fuera del en el marco del dilema civilización-barbarie”, ya que nos remite permanentemente a un otro y al nosotros, donde el otro es el civilizado.
En lo que respecta a la guerra del 1982, la impronta cultural malvinera se vio potenciada en razón que el conflicto fue un punto de inflexión histórica en el continente. Recordamos lo afirmado por Ramos: “Con las tropas argentinas en las Malvinas, saltó en pedazos el TIAR y la Doctrina Monroe, los simuladores de la democracia europea y los admiradores yanquis de Alexis de Tocqueville, en suma, los modelos ideales en que habían sido educados los oficiales de las tres armas en las Argentina. Volvimos nuestras miradas hacia la América Latina. Nicaragua sandinista nos apoyó lo mismo que Cuba. Por encima de todo, éramos latinoamericanos. Y este hecho de trascendencia mundial, que reubicaría a la Argentina en el campo del Tercer Mundo junto a aquellos pueblos que como nosotros luchaban por su independencia nacional, sería objeto de una feroz campańa de desmalvinización que no cede ni un solo día” .

Algunos componentes de la causa unitiva

Para comprender la potencialidad unitiva de la causa Malvinas y en especial la del conflicto de 1982, debemos tener en cuenta necesariamente los siguientes factores:
1) La de Malvinas fue la única guerra protagonizada por nuestro país durante el siglo pasado. Para un pueblo como el nuestro que no posee un ethos guerrero, este factor resulta altamente significativo desde el punto de vista cultural.
2) El antagonista fue el Reino Unido de la Gran Bretaña, quien salvo escasísimas disidencias internas, es considerado usurpador ilegítimo de nuestras islas, y con quien además, mantenemos relaciones desiguales hace más de 150 años aunque este factor ciertamente no adquiera visibilidad.
3) La recuperación transitoria de nuestras islas se operó en el marco de unas de las tiranías más sangrientas que acontecieron nuestro país.
4) La recuperación transitoria de nuestras despertó en la Argentina un sentimiento de pertenencia a Iberomérica, y en Iberoamérica solidaridades altamente significativas.
5) El conflicto de 1982 reabrió una herida abierta profundamente integrada en el substrato cultural argentino.
6) Una persistente tentativa desmalvinizadora fue el recurso utilizado por la superestructura cultural alienante para privar al acontecimiento de 1982 de sus virtudes unitivas.
Cada uno de estos factores, más otros que pueden fácilmente inferirse, resultan a nuestro criterio imprescindibles para el abordaje de la presencia de Malvinas en la cultura de postguerra.
A los jóvenes les recomiendo inmiscuirse en el hecho cultural Malvinas para indagar como esta causa persiste en nuestra cultura, como la misma no puede escapar a los tiempos, y como de acuerdo los procesos históricos, ha ido asumiendo distintas modalidades.
Vamos a inmiscuirnos brevemente en esta cuestión apelando a un interesante trabajo de Cecilia Flachsland denominado Una banda de sonido para Malvinas, que puede ubicarse en la red. A pesar de que no concuerdo con algunas de sus conclusiones, me parece un ensayo sumamente virtuoso.
Comparto con la autora que un hito cultural anterior a la guerra es la poesía La hermanita perdida, compuesta por Atahualpa Yupanqui en 1971, concebida en una gira por Europa. “Vino a verme un empresario inglés y me preguntó cuanto cobraba por dar cuatro recitales en Inglaterra. Yo le respondí: ‘Las islas Malvinas’. Han pasado ya tres años y el hombre no ha contestado aún... verdaderamente un ave rapaz. Puede estar seguro que yo no cantaré en ese país, mientras no nos devuelvan nuestras islas”, sostuvo Atahualpa en una entrevista.
El antibritanismo que desnuda la poesía, coincido, encuentra orígenes en las simpatías juveniles yrigoyenistas del músico y poeta. La hermanita perdida, se ha dicho con certeza, “forma parte de esa construcción cimentada en nombres tales como el gaucho Rivero, Paul Groussac, los historiadores revisionistas, Irazusta, el socialista Alfredo Palacios y los jóvenes peronistas del Operativo Cóndor, entre otros” y en tanto representa una época de clara reivindicación nacionalista.
Flachsland sostiene además con certeza que para Atahualpa, “el hombre debe traducir e interpretar a su tierra porque ésta encierra el alma de las cosas. De ahí que la canción personifique al territorio: las islas son hermanitas, la Patagonia las suspira y La Pampa las llama” .
Con posterioridad a la guerra, gran parte de las canciones vinculadas al Rock nacional se refieren al “conflicto desde un registro irónico y desencantado”, es decir desde la derrota. El ejemplo es Charly García con su No bombardeen Buenos aires. Pero, ojo, nos encontramos ante expresiones que representan un tiempo, y hay que entenderlas como tales. No es necesariamente una posición ideológica ni un renunciamiento, aunque si una expresión del clima post dictadura inserto en plena campaña desmalvinizadora.
   Posteriormente, más precisamente en la ultima década, aparecen grupos como Almafuerte, que según Flachsland apuestan a darle voz a los ex combatientes y se preguntan sobre las otras guerras que empezaron una vez finalizada la de 1982. Sostiene en la letra del tema: Fui elegido para cantarte/ por quienes quieren olvido restarte/ grave, pesada más no inconsciente/ yo te lo mando ex combatiente”. “Me interesa hacer lo mismo que los yankees hicieron con Vietnam. Allá los cagaron a tiros pero ellos te filman películas onda Rambo y se sienten orgullosos de sus héroes. Por otro lado, a veces pienso que los pobres correntinos que viajaron a Malvinas a puro huevo se cargaron unos cuantos”.
 Ya estamos fuera del clima post dictadura, y Malvinas vuelve una vez más a ser resignificada desde el punto de vista cultural.
   Mediante este pequeño ejemplo, pretendí ilustrarlos respecto a como pude abordarse la causa Malvinas desde lo cultural. Desde un análisis sobre los productos culturales, puede abordarse el significado que Malvinas efectivamente adquirió y adquiere aún para los argentinos.
   No tengo la menor duda que el clima desmalvinizador –por eminentemente alienante– irá decayendo en el tiempo, y la causa Malvinas irá adquiriendo nueva significación para las futuras generaciones. Mientras la desmalvinización se construyó desde arriba hacia abajo, la remalvinización viene de abajo hacia arriba, ya que en cada ciudad, en cada pueblo de la argentina por mas pequeño que éste sea, hay una callecita, una plazoleta, un recordatorio o un adoratorio, y como enseña Kusch, “cuando un pueblo crea sus adoratorios, traza en cierto modo en el ídolo, en la piedra, en el llano o en el cerro su itinerario interior. La fe se explícita como adoratorio y deja en éste una especie de residuo. Es como si fijara exteriormente la eternidad que el pueblo encontró en su propia alma” .
A pesar del clima dictatorial que se vivía en 1982, año en el que aconteció la guerra, debemos comprender definitivamente que la causa de Malvinas antecede y sucede al conflicto, y que se trata de una causa que al no participar de nuestras fragmentaciones y divisiones históricas, sigue preservando una capacidad unitiva para representarnos a todos porque nos coloca ante la presencia amenazante de un otro poderoso, demandándonos a unir lazos entre nosotros, y con la América indohispánica. Éste es, creo, nuestro desafío para el futuro.


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(*) Abogado, ensayista y profesor universitario. Autor de ¿Existe un Pensamiento Nacional? y Polémicas contemporáneas, coautor de Proyecto Umbral, Aportes para resignificar la Historia Argentina, Forja, 70 años de Pensamiento nacional en III tomos, Malvinas:la otra mirada, Rumbos de Justicia; la Constitución de 1949 y Raúl Scalabrini Ortiz, sus luchas y sus enseñanzas. Es Vicepresidente de la Comisión Permanente de Homenaje a FORJA y Secretario del Instituto y Museo FORJA. Dirige hace diez años el Taller para el Pensamiento Nacional Fermín Chávez que se dicta en el Instituto Superior Octubre.

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